No soy un gualaquicence de nacimiento; pero si uno de corazón, como los ya miles de ciudadanos ecuatorianos que han encontrado en Gualaquiza un lugar para vivir, lleno de encantos naturales y de gente muy respetuosa hacia los demás.
Nadie puede negar el aporte cultural, social, y económico que los afuereños, esto es los no nacidos en Gualaquiza, han traído de sus lugares de origen; este bagaje acompañado con el amor a Dios y a la Patria ha germinado en Gualaquiza; y, junto con el aporte de sus propios hijos, ha hecho del cantón un lugar especial para vivir.
Esta armonía de convivencia se ha visto bastante deteriorada de un año para acá. Púes hay en cierta manera una imposición de ideas y criterios que viene de ciertas personas que no toleran la forma de pensar de otros ciudadanos que discrepan con las suyas; esto a llegado al punto de que no se puede hablar de determinado tema por el temor a que el otro interlocutor se vea o sienta ofendido por cuanto piensa diferente y de acuerdo con quienes le han dicho como debe pensar.
Hermanos, padres, parientes, amigos se han visto de una u otra manera separados por el modo de opinar diferente. Esto que refiero se da concretamente en el caso de opiniones sobre las concesiones mineras hechas por el Estado.
La cultura del dialogo va quedando atrás, se quiere imponer pensamientos ajenos aún por medio de la violencia. Esto es nefasto y acarrea consecuencias impredecibles.
Un grupo de personas con todo el derecho pueden discrepar de tal o cual situación o asunto, pero no están en el derecho de querer imponer sus ideas a otros ciudadanos que piensan de diferente manera, ni mucho menos tomar el nombre del “pueblo” y propiciar daños a la integridad física o moral de otros ciudadanos, o a los bienes nacionales o particulares.
Dialoguemos y busquemos consensos que vayan en beneficio no personal o de grupo, sino nacional y respetemos el criterio y opinión ajeno, esto es democracia.
FDA.