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GUALAQUIZA- HISTORIA Y VIDA.
martes, 23 de diciembre de 2014
viernes, 12 de septiembre de 2014
UNA EXCURSIÓN A GUALAQUIZA.
1.875
UNA EXCURSIÓN A GUALAQUIZA.
El Dr. Luis Cordero, a los 42 años de edad, realiza una excursión a Gualaquiza; este opúsculo que escribe y edita es un documento inapreciable para la historia de Gualaquiza, en el describe detalladamente su viaje, partiendo de Cuenca, por Quingeo, sube al Matanga y desciende por Granadillas, Chiguinda, Rosario hasta Gualaquiza.
A su paso va describiendo lo más científicamente que le es posible el tipo de vegetación; los propietarios de los entables que encuentra, sus cultivos, no descuida describir al jíbaro que encuentra, sus costumbres sus nombres y más detalles que un hombre científico y literato como fue este insigne ciudadano público que paso a ser un gran propietario de entables en Chiguinda; y que hizo propaganda sobre las feraces tierras de Gualaquiza, cundo Presidente de la república creo la Provincia de Méndez y Gualaquiza; que enamoró a muchos y alentó a otros para que se establecieran en esta comarca.
A el debemos mucho la existencia actual de nuestro querido Cantón.
A él le debemos por lo menos si no un bronce, una calle con su nombre. FDA
ara el hombre que ama un poco el estudio y la meditación, es muy placentero alejarse, por algunos días, de la turbulencia y bullicio de las ciudades, dar de mano a los habituales negocios, e ir a recorrer los campos, aspirar el aire puro de ellos, y aún internarse en los bosques, como si huyendo de una sociedad, no siempre grata, buscase, en la soledad y el aislamiento, sosiego para su espíritu fatigado y alivio para su dolorido corazón.
Días de independencia y tranquilidad son, efectivamente, los que uno pasa, cruzando desiertas llanuras o hundiéndose en solitarias selvas, que, cobijándole con su sombra, parece le defendieran de los ultrajes y animadversiones del mundo. A todo el que se sienta oprimido por el peso de las decepciones sociales y se halle en riesgo de caer en el abatimiento y la postración, que sobrevienen, como natural consecuencia de los frecuentes desengaños, le aconsejaría Yo de que trate de recobrar el vigor perdido, robustecer su fe y dar pábulo a su esperanza, pidiendo a la virgen naturaleza impresiones que fortalezcan el alma y devuelvan su robustez al organismo.
Lo interesante y variado de las escenas que van sucediéndose, lo curioso de ciertos hechos, lo imponente y majestuoso de algunas maravillas, que nada deben al hombre, desvían provechosamente el espíritu del carril vulgar, le convidan a serias reflexiones, le elevan, naturalmente, a la contemplación de la Providencia y le hacen olvidar las pequeñeces y miserias de los hombres. Las contrapuestas pretensiones, las discordias y rencillas de estos, vienen a ser entonces, para él, más mezquinas y despreciables que la pugna de dos ejércitos de microscópicas hormigas, que se disputan la posesión de algunas hojas.
No en vano han hecho los poetas de todas las edades y naciones una cumplida apología de la vida del campo.
Cada uno de mis lectores conoce, por experiencia, cuanto es el consuelo que recibe, cuanto el bienestar que siente, el corazón más lastimado, cuando, retraído del comercio de las gentes, en limitada comunicación con un estrecho círculo de amigos o deudos; tiene la dicha de prescindir, sin reserva, de todo lo que acontece más allá de los montes que circuyen la localidad. Invencible es, a veces el deseo que uno tiene de aislarse, de ir lejos, muy lejos, de pedir asiento a las rocas, silencio y sombra a los bosques, para, descansar en el retiro, divorciándose de la sociedad, que, si le brinda algunos goces, se los ofrece mezclados, ordinariamente, con acíbar. El hombre fatigado ha, menester de reposo, el acongojado de consuelo. Dónde los buscan? En un lugar en que puedan estar exentos, siquiera durante algunas semanas, del cuotidiano afán y de las penalidades continuas que la vida social les causa.
Notará, tal vez, alguno de mis lectores que doy un tono melancólico a los párrafos que sirven de introducción a este pequeño y nada importante opúsculo, pero los leerá con indulgencia, considerando que las ideas y expresiones de un escritor han de revelar, necesariamente el estado de su ánimo, y que no hay sinceridad en quien adopta un estilo jovial, alegre y festivo, reprimiendo sentimientos de otra índole, cuando estos le dominan. Pocos, serán los sujetos que no participen actualmente de la tristeza de que me siento poseído, y que, atenta la situación del país, especialmente en lo mercantil, agrícola e industrial, es decir, en lo económico, conserven todavía la hilaridad tan propia del carácter cuencano.
Por lo demás, al dar a luz mis pensamientos y observaciones, tratando de un breve viaje hecho a la región oriental de la provincia, no me propongo otra cosa que cooperar a la futura felicidad de esta, haciendo que la autoridad y los particulares fijen su atención en un asunto de reconocida importancia, y procurando estimular a la juventud, en lo que concierne al estudio de nuestras riquezas vegetales.
Desearía que mis conocimientos no fuesen tan limitados, de libros y otros elementos, necesarios para un estudio profundo, me concretaré, muy a pesar mío, a superficiales indicaciones. Ellas, serán no obstante, de alguna utilidad; púes servirán cuando menos, para excitar a otros más hábiles que yo, y determinarles a examinar profundamente lo que apenas he podido notar de paso.
El amor a la ciencia y la verdadera sabiduría son cosas en extremo diferentes. Tengo yo el primero, más carezco de la segunda. ¡Ojalá que en mi país haya, no muy tarde, quienes asocien debidamente el uno a la otra! …
Adoptada la nueva dirección, desde la altura de los pajonales, hasta Granadillas, paralelamente al río de San Dionisio, quedaría también a la izquierda el punto que se llama El Calvario, nombre que tanto le cuadra...El calvario es una cresta de mucho peligro, aunque de corta extensión. A derecha e izquierda del transeúnte hay despeñaderos espantosos, sin que pueda huir de ellos, desviándose por ninguna parte. Insisto, púes por esta razón más, en que es conveniente la adopción de la vía indicada. Si se contase con la eficaz cooperación de la autoridad, como parece que se espera, pronto quedarían abandonados uno y otro precipicio.
Continuando mi viaje hasta Chiguinda, he notado que él camino todo necesita de urgente composición. Es de presumir que él no sería muy malo, en la época en que los fondos del extinguido cantón de Gualaquiza se empleaban en repararlo con frecuencia. Todavía quedan algunos vestigios de lo que entonces se trabajó; pero la acción del tiempo y la de las lluvias lo han deteriorado tan considerablemente, que no queda sino un angostísimo sendero, que va fajando las casi perpendiculares cuestas de los montes. La parte interior de la vía, es decir, la que se ha formado removiendo el material de las rocas, ha llegado a obstruirse completamente; el terreno que se ha deslizado de las pendientes, los arbustos que han crecido en abundancia y los despojos de los árboles contiguos, han echado a perder esa parte; por manera que la bestia camina, de ordinario por el borde exterior, y el jinete lleva siempre inclinado el cuerpo hacia el lado opuesto, como para saltar, si le fuere posible, luego que sienta deslizarse por el otro, los pies de aquella; ¡penosa posición, que se ve forzado a conservar durante toda la jornada!
Para el alojamiento de los transeúntes, existe una posada o casa de tambo en Granadillas, punto intermedio entre la Portada y Chiguinda a la izquierda de esta casa, en un paraje algo inferior, tiene establecido un entable el señor Manuel Célleri, vecino del Sìgsig. Sería muy útil, para él y para los pasajeros, que diese mayor ensanche a sus labores, cultivando una porción más considerable de tierra y afanándose en la formación de sementeras y plantaciones.
Como la temperatura de Granadillas es ya considerable, se produce perfectamente el maíz y la caña de azúcar, según lo pude observar por los cultivos que en la actualidad se han hecho. La feracidad de la tierra tiene que ser naturalmente, mucha; pues se ha formado en esas localidades, con el transcurso de los siglos, una profunda capa vegetal, procedentes de los despojos del bosque. No hay más que descuajar este y preparar el suelo. ¡Lástima es que lo muy agrio de las pendientes, en esas grandes masas que se elevan para formar los Andes, inutilice para la agricultura casi toda la inmensa extinción de terreno que hay desde los pajones hasta Gualaquiza! Raros son los sitios que como Granadillas, el Rosario, Sambopamba, Chiguinda, San José, Paloquemado, Cuchipamba, &.forman planos de suave inclinación o faldas no muy escarpadas. Esta consideración ha sido, indudablemente, la que ha inducido a nuestros antecesores a caminar, durante dos o tres días, atravesando las selvas, a fin de hallar, entre los bárbaros, un valle más a propósito para las empresas agrícolas.
En el trayecto de Granadillas a Chiguinda hay que vadear el río Blanco, que debe su nombre al color de las piedras de su lecho. Es de presumir que estas sean de naturaleza calcárea, lo que, si realmente es así, debe quitar a las aguas del Blanco la calidad de saludables.
Desciende este río de las alturas del accidente, y va a reunirse con el de San Dionisio, después de recoger el pequeño caudal de algunos arroyos, entre los cuales figura el Tigrepungo. …
Después de caminar algún trecho, dejando a la izquierda el río de Sanisidro, hay que pasarlo otra vez, engrosado ya con las aguas del Rio Rosario. Este paso tiene lugar por el puente llamado de Cuchipamba, que está cercano a los antiguos entables del mismo nombre. Superfluo me parece expresar que este otro puente, construido de la misma manera que el de Sanisidro, se halla igualmente deteriorado y se destruirá muy presto, si no se lo repara.
Las faldas que el transeúnte deja a la derecha, antes de pasarlo, estuvieron cultivadas no ha mucho, por los señores doctores Manuel Dávila y José Vega C. quienes se proponían obtener un resultado muy provechoso , confiando en la fecundidad del suelo y en la magnífica temperatura de esa localidad; pero, desgraciadamente, hicieron los bárbaros una irrupción repentina, subiendo desde las márgenes del Río Bomboiza, situadas a seis u ocho leguas de allí, cayeron sobre los entables, y asesinaron cruelmente a varios individuos de la servidumbre de aquellos señores. Tan deplorable acontecimiento desalentó como era natural, a los dueños de Cuchipamba, quienes abandonaron, poco después, sus labores. En la actualidad, va cubriendo nuevamente el bosque los lugares desmontados, y muy en breve no quedará el más pequeño vestigio de los trabajos anteriores, tan pasmosa es la rapidez con que una vegetación admirablemente lozana forma selvas que parecen seculares.
Pasado el puente de Cuchipamba, se hace alto en una pequeña playa, que, por estar cubierta de matorrales, manifiesta haber sido cultivada en años anteriores. Al presente se han hecho otros cultivos, en la parte superior, es decir en las faldas de San José, que están a la izquierda del camino.
En ellas tienen sus pequeños fundos algunas personas de las familias Zúñiga y Brito de la parroquia del Sigsig. A juzgar por la excelente caña de azúcar y por el muy buen plátano, que he visto traer de esos establecimientos, creo que la fertilidad y la temperatura de San José no son inferiores a las de Cuchipamba Importante sería que afluyesen a esa localidad numerosos cultivadores, que la conviertan en una notable población.
Continuando la marcha hacia Gualaquiza, se pasa, muy luego el Río de San José, que, a pesar de no ser caudaloso, necesita de un puente; púes sus aguas deben acrecentarse mucho en las épocas de invierno. A poca distancia de este río, está el paraje Palo quemado, donde, por la suavidad de la pendiente, es fácil talar el bosque y hacer cultivos. Allí forma actualmente un entable el señor Francisco Vintimilla, echando por tierra los corpulentos árboles de la imponente y majestuosa selva. Algo más debajo de este punto, han existido también otros establecimientos de varias personas. Todas ellas los han abandonado, sucesivamente, desalentadas, sin duda, por la decadencia de los fundos de Gualaquiza, por el temor de los bárbaros y por el deterioro del camino.
El actual estado de este es tan malo en esa sección, como en las anteriores. Es verdad que el R.P. Pozzi, y el laborioso señor Antonio Vega, que fue Jefe Político del extinguido cantón, trabajaron mucho en mejorar la vía. Es cierto también que la dirección más baja, que adoptaron para esta, dejando a la izquierda las pendientes de Bellavista, y tomando otro rumbo,…
En parte de la última jornada, ha sido muy ventajosa; pero, como no ha vuelto a trabajarse más, haciendo las frecuentes reparaciones que requiere todo camino, especialmente si es de montaña, para permanecer traficable, está convertida dicha vía en un extenso pantano, lleno de peligros. Muchas de las piezas de madera, colocadas longitudinalmente, en algunos puntos, para cubrir el suelo cenagoso, se han corrompido, o aislado unas de otras, y es grande el riesgo de que las bestias introduzcan en casco en los huecos intermedios y se averíe notablemente. …...
Además, hay gruesos troncos, que han caído al través del camino. Muy luego volveré a tratar de lo importante que sería tal restablecimiento, para el progreso, tan apetecido, de Gualaquiza. …..sigue apuntes sobre la vegetación.
Gualaquiza.
Es un hermoso, aunque no muy amplio valle, que extendiéndose de occidente a oriente, se ensancha de un modo considerable en su extremo oriental, sobre todo hacia la parte que mira al Sur. Los estribos o baluartes de la enorme cordillera andina se abaten notablemente en esta región, sin deprimirse, por eso, en el todo, como parece que sucederá en lugares más cercanos a las inmensas planicies del Amazonas. Lo riega el río Gualaquiza, formado por los arroyos de Yumaza y San Francisco, que descienden de las montañas occidentales. Ese río es de corto caudal, en las épocas de verano, y baja a confluir con el Bomboiza, después de recoger en su trayecto, de dos leguas o poco más las aguas de algún arroyuelo, como el Churuyacu o Ijimbi.
El expresado Bomboiza es un río bastante caudaloso, que sobrepuja en mi concepto, a nuestro río de Paute, comparado con el caudal que tiene este en el pueblo del mismo nombre. Lo forman los ríos Cuchipamba y Cuyes, que vienen de los montes del sudoeste. Después de recibir el Bomboiza las aguas del Copiambiza, por la margen occidental, va a reunirse con el caudaloso Zamora, que llega del Sur.
Confundidos los dos, toman una dirección noreste y bajan por regiones desconocidas, a confluir con el Paute, para formar el célebre Santiago. La hoya, púes que se extiende desde los arroyos Yumaza y San Francisco, hasta donde se juntan el Bomboiza y el Zamora, es la que tiene el nombre de Gualaquiza.
Al occidente de esta comarca, se eleva como he dicho, las colosales masas de los Andes; al oriente y sureste están las regiones habitadas por las tribus de los Patucuma,Cangaime, el Pongo y Zamora; al Norte las de Méndez, y al sur las de Chicani y Pachicosa.
El aspecto físico de Gualaquiza es todavía selvático; pues no es grande la parte despejada, y aún las casas de muchos pobladores, particularmente jíbaros, están circundadas de bosque. Aunque se destruya este a fin de cultivar el terreno y hacer plantaciones, bastan algunos meses de abandono, para que una exuberante vegetación cubra nuevamente lo desmontado. La naturaleza recobra allí muy rápidamente su imperio, y apenas se descubre algún vestigio de las costosas labores antiguas.
La temperatura de Gualaquiza, según informe de personas que han residido en ese lugar por dilatado tiempo, parece que fluctúa entre 20 y 26 grados del centígrado.
No sé cuál sea su altura sobre el nivel del mar, aunque del grado medio de la temperatura puede inferírsela aproximadamente. Lo intempestivo de mi viaje no me permitió llevar un barómetro, para calcularla. Podré hacerlo más tarde, si visito otra vez estas regiones, como fundadamente lo espero.
En cuanto al clima, lo creo bastante húmedo, como debe serlo naturalmente, atendida la proximidad de los bosques y la cercanía de los ríos caudalosos, como el Bomboiza y el Zamora, que mediante la evaporación, humedece constantemente el aire.
Con todo, me han dicho algunos sujetos fidedignos que sobrevienen, de vez en cuando, veranos de extraordinaria duración.
El terreno de Gualaquiza tiene la feracidad propia de un suelo virgen, cubierto de una profunda capa vegetal, formada por los despojos del bosque, y favorecido por una temperatura excelente. Las plantas que nacen de un modo espontaneo, en la parte desmontada, son regularmente, arbustos o hiervas. Entre unos y otros, he podido notar, muy de paso, las familias, géneros y especies que siguen: …. (Sigue descripción botánica.)….
Después de visto Gualaquiza bajo su aspecto montés (permítaseme la expresión), debo hablar de lo que ha hecho la civilización, para transformarlo.
La población que actualmente ocupa esa comarca, se compone de dos porciones, sumamente heterogéneas, esto es, de los bárbaros, nativos de ella, y de la gente civilizada que ha ido a establecerse en la misma. Discurriré acerca de unos y otros, con la detención que me permita la naturaleza de este escrito.
Los bárbaros de Gualaquiza, pertenecen a la tribu de los Jíbaros, han debido ser muchos en tiempos anteriores. Al presente, no puede pasar su número de setenta u ochenta, incluso lo párvulos y las mujeres. La epidemia de la viruela y otras, que se han importado de los pueblos interandinos, han diezmado esta raza, la que ha hecho también frecuentes pérdidas, con la voluntaria expatriación de algunos, que han emigrado a Méndez, al Pongo,&., justamente perseguidos por las autoridades , a consecuencia de sus crueles y alevosos asesinatos que han cometido de tiempo en tiempo. Curioso me parece consignar en este opúsculo, como un dato estadístico, que no carecerá de utilidad en lo futuro, los nombres de los jefes de familia que habitan actualmente en esa región, indicando el número de individuos que componen aquella; aunque no me sea posible mencionar prolijamente a todos. Helos aquí:
SIRE (Ignacio), antiguo sirviente del memorable párroco de la misión, presbítero JOSE ANTONIO TORRES, quién crió y educo a este jíbaro, enseñándole las primeras letras, y aun haciendo que estudiase gramática en el seminario de esta ciudad (Cuenca), con el laudable intento de formarlo para el sacerdocio. Sire es casado con una mujer civilizada del Sigsig y tiene cuatro hijos.
CHUMBERA, anciano de más de setenta años, dotado de una índole excelente. Es capitán de la tribu, elegido años hace, por un sufragio verdaderamente popular, en virtud de su buena conducta y carácter amable. Muerta su mujer, no le queda sino una hija párvula.
CHACAIMA, yerno del anterior, que, habiendo perdido a su primera mujer, vive en casa de Chumbera, casado actualmente con otra, en la manera en que puede serlo un salvaje.
CHIRIAPA (Joaquín), sobrino de Chumbera, tiene dos mujeres y algunos hijos. Una de sus esposas se llama Tazumba y la otra Mazuca; ambas son bautizadas y tienen el nombre de Mercedes, Supongo que el Reverendo Padre Pozzi, último misionero de Gualaquiza, no podía conseguir que este Jíbaro abandone a una de ellas y tomase por mujer a la otra.
HAMBACHI (José María), casado y padre de algunos hijos.
CACHUMBI, casado también y con familia.
AMBUSHA (José), igualmente casado y tiene dos hijos.
NUÑINGA (José Antonio), casado, Tiene un hijo y uno o dos entenados.
HUALA (Ramón), casado con dos mujeres, a una de las cuales despidió, hace poco, en compañía de dos hijos. Ella y estos se trasladaron a Chicani, llevados por sus padres. En la otra tiene también dos hijos.
CHUMAPI, suegro del anterior.-Tiene igualmente familia.
NARANZA (José Antonio), casado tiene varios hijos y un yerno, llamado Zamareño, que carece de familia y vive a orillas del Bomboiza, en el punto llamado Tunduli.
UTITA (Manuel), casado y con dos hijos, le conocen generalmente con el nombre de Toledo, que es el apellido del sujeto que le sirvió de padrino en la pila bautismal.
CUJA, venido de la población de Méndez, hace cosa de dos años, su mujer se llama Sanchùa, tiene varios hijos.
Hay además, algunos otros individuos que se han trasladado recientemente, de la misma población de Méndez a la de Gualaquiza, donde es probable que se avecinden, como acontece de ordinario.
Calculando aproximadamente el número de jíbaros residentes hoy en la parroquia, puede fijárselo, según he dicho, en 80, con excepción de aquellos que están como de visita y pueden atravesar de nuevo el bosque, de regreso a sus lejanos hogares.
El aspecto de estos bárbaros, semicivilizados algunos, nada tienen de repulsivo. Su estatura es comúnmente más que mediana; sus miembros perfectamente formados; su fisonomía agradable y muy animada. Están dotados de una perspicacia y desembarazo particulares.
Se acercan a cualquier recién venido, con cierta familiaridad y audacia nada comunes; le saludan tendiéndole la una mano, mientras tienen su lanza en la otra, y entablan con él una amistosa conversación. Esta comienza siempre por las preguntas de quién eres? y que traes?
No se nota en ellos ese aire de taciturnidad, melancolía y encogimiento, tan propio de nuestros indios; circunstancia que tiene su natural explicación en la libertad de que los primeros gozan y en el abatimiento, la timidez y la postración que algunas centurias de servidumbre han imprimido en los últimos.
El vestuario de los jíbaros se compone, para los varones, de una sola prenda, que llaman itipi, es una tela, que atada a las caderas, cubre muy bien la parte del vientre y la alta de los muslos.
El vestido de las mujeres es aún más honesto; pues les oculta enteramente el pecho y les cae hasta las pantorrillas…..
Aquellos se pintan el rostro, los brazos, el cuerpo y los muslos, formando labores caprichosas, de color rojo, con la pulpa del achiote, y de color negro, con una preparación del fruto de un árbol llamado sula o zua. Tienen cuidado especial de mantener bien limpio y graciosamente recogido el cabello, y, a veces, completan elegantemente su tocado, con una especie de corona o gorra, que hacen de una piel, fina y lanuda, de rabo de mono.
La casa en que habitan, llamada por ellos jea, es de forma elíptica, más o menos prolongada. Las paredes son de caña o de chonta (madera procedente de varias especies de palma). La techumbre es sostenida por estas paredes, y por algunas columnas de palos delgados, rectos y fuertes, colocados, a distancias simétricas, en longitud del eje mayor de la elipse. La cubierta es de hojas secas de una especie de Pandanus, conocida con la denominación de camba alga, hojas que colocan con mucho artificio y seguridad. El pavimento de la única pieza que estas habitaciones, tienen es de tierra apelmazada, pero muy limpio y regularmente nivelado. A uno de los costados o extremos de la habitación, están arrimados a la pared, las camas de los varones, formadas por pequeñas tarimas de caña picada, que constituyen un plano, algo inclinado hacia el interior de la pieza, y se levanta a poca altura del suelo. El cuerpo descansa en esta clase de tarima, solamente hasta las caderas; púes las piernas quedan al aire, y los pies reposan sobre un palo, que llaman patachi, sostenido por dos horquillas en una y otra extremidad. Debajo de este aparato, un poco hacia fuera, cuidan de conservar fuego (que denominan ji), durante la noche.
Las camas de las mujeres, situadas a otro lado o extremo, son análogas a la de los varones; pero carecen de patachi y tienen dos paredecillas laterales, de la misma caña, a modo de cortinas. Lo singular y notable es que cada mujer tiene, sobre su lecho, dos, tres o más perros atados, entre los cuales duerme.
Siento no poder hablar de algunas otras particularidades, sobre las costumbres de los jíbaros, ya por no extenderme demasiado, ya porque mis observaciones, hechas en un cortísimo número de días, pudieran, quizá nos ser todas exactas.
La población que suele llamarse cristiana, esto es la formada por individuos que han descendido de los Andes, para establecerse en Gualaquiza, puede componerse en la actualidad de más de cien almas. Algunos de estos colonos cultivan en propiedad pequeñas porciones de tierra; otros viven al servicio de dos o tres hacendados. En cuanto a estos últimos, que no pasan, por hoy, de tres o cuatro, puede decirse que su residencia en Gualaquiza es ocasional; púes solo permanecen allí durante algunos meses, cuando se los exigen ciertos trabajos agrícolas, y regresan luego, a su domicilio habitual. Debo exceptuar, sin embargo, al señor don Antonio Vega, el más laborioso, constante y entusiasta de aquellos propietarios, y el que impide, en cierto modo, con su laudable firmeza, el total abandono de la colonia.
El fundo de este caballero, es el mejor y más bien cultivado de todos, y a fe que retribuye con cuantiosos productos las cuotidianas fatigas de su dueño. Merece el señor Vega todo género de protección de parte de las autoridades; púes, con su tenas empeño de trabajar incesantemente en esas regiones, alienta y estimula a esas personas, menos resueltas y emprendedoras que él. Enérgico en algunas ocasiones, blando y complaciente en otras, ha llegado a granjearse, generalmente, la simpatía de los bárbaros, que le aman y respetan. El destino de Jefe Político de Gualaquiza, que desempeñó en años anteriores, le puso en aptitud de impulsar mucho el adelantamiento de la civilización en esa distante y atrasada parroquia.
El mayor inconveniente para el progreso de los entables consiste, después de la falta de un buen camino, en la escases de los brazos indispensables para las labores agrícolas; de aquí es que estas son muy reducidas, excepto en el fundo del Sr. Vega. …
PORVENIR DE GUALAQUIZA
La decadencia actual de los entables, en esta colonia, es debida a varias cusas, entre las cuales se puede enumerar, la falta de brazos para la agricultura, las funestas irrupciones de los salvajes y la pérdida de las plantaciones que más aliento y confianza infundían. De todas ellas he hablado con la detención que me ha sido posible; pero debo añadir algunas observaciones, sobre los medios de que convendría valerse, para fomentar la colonización, restablecer la confianza que muchos de los cultivadores han perdido, y hacer que el país reporte el provecho que, naturalmente, ha esperado de la explotación de esas comarcas, que en remotos tiempos recobró para sí la barbarie.
Lo primero que debe hacerse es crear de nuevo el cantón Gualaquiza, que, según el Art. 7 inciso 5to de la Ley de División territorial de 1861, se componía de las parroquias de Gualaquiza, el Sigsig, el Rosario, y de las tribus y terrenos comprendidos en el antiguo gobierno del Yaguarzongo, hasta el Amazonas. La ley de régimen administrativo interior de 1869 redujo, por su Art. 7 inciso 5to, a solo dos las parroquias de ese cantón, esto es, a las de Gualaquiza y el Rosario, incorporando al cantón de Gualaceo la notable parroquia del Sigsig y prescindiendo absoluta¬mente de los territorios orientales, de que hablaba la otra. Aun así, hubiera continuado el cantón en su carácter de tal; pero a fines de 1869, representó el Jefe Político de él, que la población de esas dos parroquias era insignificante, y que se carecía absolutamente de rentas; a consecuencia de los cual declaró el Poder Ejecutivo, en 12 de diciembre del mismo año, suspensa la disposición legal que había creado dicho cantón. Posteriormente, es decir, en 16 de febrero de 1870, dispuso que no se les privase a los colonos de Gualaquiza de las exenciones que les había otorgado la ley del 23 de octubre de 1865, aunque el cantón se hallaba extinguido.
De modo que, según las propias palabras del jefe de la república, está suprimida, por ahora esa entidad política, y he aquí lo que me ha autorizado a considerarla como inexistente, en algunos pasajes de este escrito.
Una vez desmembrada la parroquia del Sigsig, única que podía suministrar los fondos indispensables para la subsistencia del cantón, era indefectible la desaparición de él, fuese de hecho, fuese por disposición, muy razonable y fundada, de la autoridad. Ahora bien, si esta y los particulares desean que Gualaquiza llegue a ser para la provincia del Azuay, y aún para toda la República, una colonia próspera, que, a más de contribuir con sus nobles producciones al bien común de los ciudadanos, sirva como de punto de partida, para emprender el descubrimiento y colonización de las inmensas comarcas del antiguo Yaguarzongo, es de urgente necesidad que piensen, ante todo, en reconstruir el Cantón, en la misma forma en que fue creado por la citada Ley de 1861. O se restablece la disposición del Art 7mo, inc.5to de ella, o se renuncia, para siempre, a la lisonjera esperanza que, durante largos años, ha infundido en el ánimo de muchos sujetos laboriosos, emprendedores y patriotas, la situación, la temperatura y fertilidad de esas lejanas regiones.
Reconstruido el cantón, y aplicados los fondos naturales de él al mejoramiento y reparación frecuente del camino de Gualaquiza, abundarían de suyo, los brazos para la agricultura, renacería el entusiasmo ferviente de otras épocas, serían arrasados de nuevo los bosques y reaparecerían los numerosos fundos, que, diez o doce años ha, comenzaban a transformar completamente el territorio comprendido entre Yumaza y el Bomboiza. Las alevosas irrupciones de las tribus bárbaras y los crueles asesinatos cometidos por estas, no volverían a difundir el terror entre los colonos, especialmente si el Gobierno mantuviese allí, para la seguridad de estos, un pequeño piquete de soldados, como lo ha hecho ya en algunas ocasiones. El provecho obtenido por los empresarios más diligentes y menos tímidos, estimularía, muy luego, a una muchedumbre de personas, que, a pesar de su amor al trabajo y del vehemente deseo de hacer fortuna, no saben a qué dedicarse, por carecer de bienes raíces y por no contar con una profesión suficientemente lucrativa (si las hay en el país), para proveer a su propia subsistencia y a la de su familia. El cultivo del café, del cacao, del añil, del tabaco, del tabaco, del arroz, del achiote y de otras muchas plantas útiles, les proporcionaría el bienestar que hoy les falta; el cual sería aún mayor, si, adquiriendo, por medio del estudio, algunos conocimientos sobre la naturaleza vegetal, explotasen el desconocido tesoro que contienen los bosques, en cortezas, raíces, resinas y bálsamos preciosos.
Más para que el progreso económico concuerde con el moral, en interés de la civilización, sería de todo punto necesario que la Autoridad eclesiástica estableciese, a costa de cualquier esfuerzo, una misión permanente y bien servida, en esa población tan retirada de todas las demás parroquias de la diócesis. Los colonos vivirían cristianamente y se acrecentaría el número de las almas ganadas para la religión y la sociedad, mediante la continua catequización hecha por uno o más sacerdotes.
Escusado es decir que estos debían estar adornados de cualidades propiamente evangélicas, tales como la mansedumbre, la benignidad, la abnegación, la caridad, la constancia y el valor, propios de que ha nacido para el sublime ministerio de apóstol. Las piadosas insinuaciones de un verdadero discípulo de San Francisco Javier son mucho más eficaces, para civilizar bárbaros, que la coacción imprudentemente empleada con el mismo fin.
Junto a la iglesia de la misión, sería indispensable que exista una escuela de primeras letras. El institutor pudiera ser, por el pronto, uno de los misioneros, como se observa ordinariamente en tales circunstancias. La instrucción que se comunicase a los párvulos, hijos de los salvajes, les incorporaría, desde luego, a la sociedad formada por los demás ciudadanos, particularmente si se procurase educar unidos, a esos niños infelices, con los descendientes de los colonos, que no dejan de formar un número considerable.
La iglesia y la escuela, he aquí dos piedras angulares en que reposa toda civilización. Faltando una de ellas, será estéril cuanto se trabaje por regenerar a una raza degradada, como la de nuestros jíbaros. Planteadas convenientemente las dos, tal vez llegaría a ser innecesario el fusil y la pólvora, odiosos elementos de exterminio, que intimidan, ahuyentan, aterran, pero no civilizan.
Mucho bien merecería de la patria, mil bendiciones recibiría el pueblo, la autoridad que estableciendo una buena misión y una escuela dirigida por esta, acrecentase el número de los ecuatorianos, y ensanchase positivamente, el territorio de la república, con la adquisición de esas vastas comarcas, que solo legal o nominalmente nos pertenece hoy.
Terminaré mi modesto trabajo, expresando por patriotismo, el temor que tengo, y deben tener todos mis compatriotas, de que, si se descuida la colonización de las regiones orientales, porción la más hermosa y rica del Ecuador, sean ocupadas estas, como ya empiezan a serlo, por las naciones limítrofes.
Cuenca, agosto 4 de 1875.
Luis Cordero.
UNA EXCURSIÓN A GUALAQUIZA.
El Dr. Luis Cordero, a los 42 años de edad, realiza una excursión a Gualaquiza; este opúsculo que escribe y edita es un documento inapreciable para la historia de Gualaquiza, en el describe detalladamente su viaje, partiendo de Cuenca, por Quingeo, sube al Matanga y desciende por Granadillas, Chiguinda, Rosario hasta Gualaquiza.
A su paso va describiendo lo más científicamente que le es posible el tipo de vegetación; los propietarios de los entables que encuentra, sus cultivos, no descuida describir al jíbaro que encuentra, sus costumbres sus nombres y más detalles que un hombre científico y literato como fue este insigne ciudadano público que paso a ser un gran propietario de entables en Chiguinda; y que hizo propaganda sobre las feraces tierras de Gualaquiza, cundo Presidente de la república creo la Provincia de Méndez y Gualaquiza; que enamoró a muchos y alentó a otros para que se establecieran en esta comarca.
A el debemos mucho la existencia actual de nuestro querido Cantón.
A él le debemos por lo menos si no un bronce, una calle con su nombre. FDA
ara el hombre que ama un poco el estudio y la meditación, es muy placentero alejarse, por algunos días, de la turbulencia y bullicio de las ciudades, dar de mano a los habituales negocios, e ir a recorrer los campos, aspirar el aire puro de ellos, y aún internarse en los bosques, como si huyendo de una sociedad, no siempre grata, buscase, en la soledad y el aislamiento, sosiego para su espíritu fatigado y alivio para su dolorido corazón.
Días de independencia y tranquilidad son, efectivamente, los que uno pasa, cruzando desiertas llanuras o hundiéndose en solitarias selvas, que, cobijándole con su sombra, parece le defendieran de los ultrajes y animadversiones del mundo. A todo el que se sienta oprimido por el peso de las decepciones sociales y se halle en riesgo de caer en el abatimiento y la postración, que sobrevienen, como natural consecuencia de los frecuentes desengaños, le aconsejaría Yo de que trate de recobrar el vigor perdido, robustecer su fe y dar pábulo a su esperanza, pidiendo a la virgen naturaleza impresiones que fortalezcan el alma y devuelvan su robustez al organismo.
Lo interesante y variado de las escenas que van sucediéndose, lo curioso de ciertos hechos, lo imponente y majestuoso de algunas maravillas, que nada deben al hombre, desvían provechosamente el espíritu del carril vulgar, le convidan a serias reflexiones, le elevan, naturalmente, a la contemplación de la Providencia y le hacen olvidar las pequeñeces y miserias de los hombres. Las contrapuestas pretensiones, las discordias y rencillas de estos, vienen a ser entonces, para él, más mezquinas y despreciables que la pugna de dos ejércitos de microscópicas hormigas, que se disputan la posesión de algunas hojas.
No en vano han hecho los poetas de todas las edades y naciones una cumplida apología de la vida del campo.
Cada uno de mis lectores conoce, por experiencia, cuanto es el consuelo que recibe, cuanto el bienestar que siente, el corazón más lastimado, cuando, retraído del comercio de las gentes, en limitada comunicación con un estrecho círculo de amigos o deudos; tiene la dicha de prescindir, sin reserva, de todo lo que acontece más allá de los montes que circuyen la localidad. Invencible es, a veces el deseo que uno tiene de aislarse, de ir lejos, muy lejos, de pedir asiento a las rocas, silencio y sombra a los bosques, para, descansar en el retiro, divorciándose de la sociedad, que, si le brinda algunos goces, se los ofrece mezclados, ordinariamente, con acíbar. El hombre fatigado ha, menester de reposo, el acongojado de consuelo. Dónde los buscan? En un lugar en que puedan estar exentos, siquiera durante algunas semanas, del cuotidiano afán y de las penalidades continuas que la vida social les causa.
Notará, tal vez, alguno de mis lectores que doy un tono melancólico a los párrafos que sirven de introducción a este pequeño y nada importante opúsculo, pero los leerá con indulgencia, considerando que las ideas y expresiones de un escritor han de revelar, necesariamente el estado de su ánimo, y que no hay sinceridad en quien adopta un estilo jovial, alegre y festivo, reprimiendo sentimientos de otra índole, cuando estos le dominan. Pocos, serán los sujetos que no participen actualmente de la tristeza de que me siento poseído, y que, atenta la situación del país, especialmente en lo mercantil, agrícola e industrial, es decir, en lo económico, conserven todavía la hilaridad tan propia del carácter cuencano.
Por lo demás, al dar a luz mis pensamientos y observaciones, tratando de un breve viaje hecho a la región oriental de la provincia, no me propongo otra cosa que cooperar a la futura felicidad de esta, haciendo que la autoridad y los particulares fijen su atención en un asunto de reconocida importancia, y procurando estimular a la juventud, en lo que concierne al estudio de nuestras riquezas vegetales.
Desearía que mis conocimientos no fuesen tan limitados, de libros y otros elementos, necesarios para un estudio profundo, me concretaré, muy a pesar mío, a superficiales indicaciones. Ellas, serán no obstante, de alguna utilidad; púes servirán cuando menos, para excitar a otros más hábiles que yo, y determinarles a examinar profundamente lo que apenas he podido notar de paso.
El amor a la ciencia y la verdadera sabiduría son cosas en extremo diferentes. Tengo yo el primero, más carezco de la segunda. ¡Ojalá que en mi país haya, no muy tarde, quienes asocien debidamente el uno a la otra! …
Adoptada la nueva dirección, desde la altura de los pajonales, hasta Granadillas, paralelamente al río de San Dionisio, quedaría también a la izquierda el punto que se llama El Calvario, nombre que tanto le cuadra...El calvario es una cresta de mucho peligro, aunque de corta extensión. A derecha e izquierda del transeúnte hay despeñaderos espantosos, sin que pueda huir de ellos, desviándose por ninguna parte. Insisto, púes por esta razón más, en que es conveniente la adopción de la vía indicada. Si se contase con la eficaz cooperación de la autoridad, como parece que se espera, pronto quedarían abandonados uno y otro precipicio.
Continuando mi viaje hasta Chiguinda, he notado que él camino todo necesita de urgente composición. Es de presumir que él no sería muy malo, en la época en que los fondos del extinguido cantón de Gualaquiza se empleaban en repararlo con frecuencia. Todavía quedan algunos vestigios de lo que entonces se trabajó; pero la acción del tiempo y la de las lluvias lo han deteriorado tan considerablemente, que no queda sino un angostísimo sendero, que va fajando las casi perpendiculares cuestas de los montes. La parte interior de la vía, es decir, la que se ha formado removiendo el material de las rocas, ha llegado a obstruirse completamente; el terreno que se ha deslizado de las pendientes, los arbustos que han crecido en abundancia y los despojos de los árboles contiguos, han echado a perder esa parte; por manera que la bestia camina, de ordinario por el borde exterior, y el jinete lleva siempre inclinado el cuerpo hacia el lado opuesto, como para saltar, si le fuere posible, luego que sienta deslizarse por el otro, los pies de aquella; ¡penosa posición, que se ve forzado a conservar durante toda la jornada!
Para el alojamiento de los transeúntes, existe una posada o casa de tambo en Granadillas, punto intermedio entre la Portada y Chiguinda a la izquierda de esta casa, en un paraje algo inferior, tiene establecido un entable el señor Manuel Célleri, vecino del Sìgsig. Sería muy útil, para él y para los pasajeros, que diese mayor ensanche a sus labores, cultivando una porción más considerable de tierra y afanándose en la formación de sementeras y plantaciones.
Como la temperatura de Granadillas es ya considerable, se produce perfectamente el maíz y la caña de azúcar, según lo pude observar por los cultivos que en la actualidad se han hecho. La feracidad de la tierra tiene que ser naturalmente, mucha; pues se ha formado en esas localidades, con el transcurso de los siglos, una profunda capa vegetal, procedentes de los despojos del bosque. No hay más que descuajar este y preparar el suelo. ¡Lástima es que lo muy agrio de las pendientes, en esas grandes masas que se elevan para formar los Andes, inutilice para la agricultura casi toda la inmensa extinción de terreno que hay desde los pajones hasta Gualaquiza! Raros son los sitios que como Granadillas, el Rosario, Sambopamba, Chiguinda, San José, Paloquemado, Cuchipamba, &.forman planos de suave inclinación o faldas no muy escarpadas. Esta consideración ha sido, indudablemente, la que ha inducido a nuestros antecesores a caminar, durante dos o tres días, atravesando las selvas, a fin de hallar, entre los bárbaros, un valle más a propósito para las empresas agrícolas.
En el trayecto de Granadillas a Chiguinda hay que vadear el río Blanco, que debe su nombre al color de las piedras de su lecho. Es de presumir que estas sean de naturaleza calcárea, lo que, si realmente es así, debe quitar a las aguas del Blanco la calidad de saludables.
Desciende este río de las alturas del accidente, y va a reunirse con el de San Dionisio, después de recoger el pequeño caudal de algunos arroyos, entre los cuales figura el Tigrepungo. …
Después de caminar algún trecho, dejando a la izquierda el río de Sanisidro, hay que pasarlo otra vez, engrosado ya con las aguas del Rio Rosario. Este paso tiene lugar por el puente llamado de Cuchipamba, que está cercano a los antiguos entables del mismo nombre. Superfluo me parece expresar que este otro puente, construido de la misma manera que el de Sanisidro, se halla igualmente deteriorado y se destruirá muy presto, si no se lo repara.
Las faldas que el transeúnte deja a la derecha, antes de pasarlo, estuvieron cultivadas no ha mucho, por los señores doctores Manuel Dávila y José Vega C. quienes se proponían obtener un resultado muy provechoso , confiando en la fecundidad del suelo y en la magnífica temperatura de esa localidad; pero, desgraciadamente, hicieron los bárbaros una irrupción repentina, subiendo desde las márgenes del Río Bomboiza, situadas a seis u ocho leguas de allí, cayeron sobre los entables, y asesinaron cruelmente a varios individuos de la servidumbre de aquellos señores. Tan deplorable acontecimiento desalentó como era natural, a los dueños de Cuchipamba, quienes abandonaron, poco después, sus labores. En la actualidad, va cubriendo nuevamente el bosque los lugares desmontados, y muy en breve no quedará el más pequeño vestigio de los trabajos anteriores, tan pasmosa es la rapidez con que una vegetación admirablemente lozana forma selvas que parecen seculares.
Pasado el puente de Cuchipamba, se hace alto en una pequeña playa, que, por estar cubierta de matorrales, manifiesta haber sido cultivada en años anteriores. Al presente se han hecho otros cultivos, en la parte superior, es decir en las faldas de San José, que están a la izquierda del camino.
En ellas tienen sus pequeños fundos algunas personas de las familias Zúñiga y Brito de la parroquia del Sigsig. A juzgar por la excelente caña de azúcar y por el muy buen plátano, que he visto traer de esos establecimientos, creo que la fertilidad y la temperatura de San José no son inferiores a las de Cuchipamba Importante sería que afluyesen a esa localidad numerosos cultivadores, que la conviertan en una notable población.
Continuando la marcha hacia Gualaquiza, se pasa, muy luego el Río de San José, que, a pesar de no ser caudaloso, necesita de un puente; púes sus aguas deben acrecentarse mucho en las épocas de invierno. A poca distancia de este río, está el paraje Palo quemado, donde, por la suavidad de la pendiente, es fácil talar el bosque y hacer cultivos. Allí forma actualmente un entable el señor Francisco Vintimilla, echando por tierra los corpulentos árboles de la imponente y majestuosa selva. Algo más debajo de este punto, han existido también otros establecimientos de varias personas. Todas ellas los han abandonado, sucesivamente, desalentadas, sin duda, por la decadencia de los fundos de Gualaquiza, por el temor de los bárbaros y por el deterioro del camino.
El actual estado de este es tan malo en esa sección, como en las anteriores. Es verdad que el R.P. Pozzi, y el laborioso señor Antonio Vega, que fue Jefe Político del extinguido cantón, trabajaron mucho en mejorar la vía. Es cierto también que la dirección más baja, que adoptaron para esta, dejando a la izquierda las pendientes de Bellavista, y tomando otro rumbo,…
En parte de la última jornada, ha sido muy ventajosa; pero, como no ha vuelto a trabajarse más, haciendo las frecuentes reparaciones que requiere todo camino, especialmente si es de montaña, para permanecer traficable, está convertida dicha vía en un extenso pantano, lleno de peligros. Muchas de las piezas de madera, colocadas longitudinalmente, en algunos puntos, para cubrir el suelo cenagoso, se han corrompido, o aislado unas de otras, y es grande el riesgo de que las bestias introduzcan en casco en los huecos intermedios y se averíe notablemente. …...
Además, hay gruesos troncos, que han caído al través del camino. Muy luego volveré a tratar de lo importante que sería tal restablecimiento, para el progreso, tan apetecido, de Gualaquiza. …..sigue apuntes sobre la vegetación.
Gualaquiza.
Es un hermoso, aunque no muy amplio valle, que extendiéndose de occidente a oriente, se ensancha de un modo considerable en su extremo oriental, sobre todo hacia la parte que mira al Sur. Los estribos o baluartes de la enorme cordillera andina se abaten notablemente en esta región, sin deprimirse, por eso, en el todo, como parece que sucederá en lugares más cercanos a las inmensas planicies del Amazonas. Lo riega el río Gualaquiza, formado por los arroyos de Yumaza y San Francisco, que descienden de las montañas occidentales. Ese río es de corto caudal, en las épocas de verano, y baja a confluir con el Bomboiza, después de recoger en su trayecto, de dos leguas o poco más las aguas de algún arroyuelo, como el Churuyacu o Ijimbi.
El expresado Bomboiza es un río bastante caudaloso, que sobrepuja en mi concepto, a nuestro río de Paute, comparado con el caudal que tiene este en el pueblo del mismo nombre. Lo forman los ríos Cuchipamba y Cuyes, que vienen de los montes del sudoeste. Después de recibir el Bomboiza las aguas del Copiambiza, por la margen occidental, va a reunirse con el caudaloso Zamora, que llega del Sur.
Confundidos los dos, toman una dirección noreste y bajan por regiones desconocidas, a confluir con el Paute, para formar el célebre Santiago. La hoya, púes que se extiende desde los arroyos Yumaza y San Francisco, hasta donde se juntan el Bomboiza y el Zamora, es la que tiene el nombre de Gualaquiza.
Al occidente de esta comarca, se eleva como he dicho, las colosales masas de los Andes; al oriente y sureste están las regiones habitadas por las tribus de los Patucuma,Cangaime, el Pongo y Zamora; al Norte las de Méndez, y al sur las de Chicani y Pachicosa.
El aspecto físico de Gualaquiza es todavía selvático; pues no es grande la parte despejada, y aún las casas de muchos pobladores, particularmente jíbaros, están circundadas de bosque. Aunque se destruya este a fin de cultivar el terreno y hacer plantaciones, bastan algunos meses de abandono, para que una exuberante vegetación cubra nuevamente lo desmontado. La naturaleza recobra allí muy rápidamente su imperio, y apenas se descubre algún vestigio de las costosas labores antiguas.
La temperatura de Gualaquiza, según informe de personas que han residido en ese lugar por dilatado tiempo, parece que fluctúa entre 20 y 26 grados del centígrado.
No sé cuál sea su altura sobre el nivel del mar, aunque del grado medio de la temperatura puede inferírsela aproximadamente. Lo intempestivo de mi viaje no me permitió llevar un barómetro, para calcularla. Podré hacerlo más tarde, si visito otra vez estas regiones, como fundadamente lo espero.
En cuanto al clima, lo creo bastante húmedo, como debe serlo naturalmente, atendida la proximidad de los bosques y la cercanía de los ríos caudalosos, como el Bomboiza y el Zamora, que mediante la evaporación, humedece constantemente el aire.
Con todo, me han dicho algunos sujetos fidedignos que sobrevienen, de vez en cuando, veranos de extraordinaria duración.
El terreno de Gualaquiza tiene la feracidad propia de un suelo virgen, cubierto de una profunda capa vegetal, formada por los despojos del bosque, y favorecido por una temperatura excelente. Las plantas que nacen de un modo espontaneo, en la parte desmontada, son regularmente, arbustos o hiervas. Entre unos y otros, he podido notar, muy de paso, las familias, géneros y especies que siguen: …. (Sigue descripción botánica.)….
Después de visto Gualaquiza bajo su aspecto montés (permítaseme la expresión), debo hablar de lo que ha hecho la civilización, para transformarlo.
La población que actualmente ocupa esa comarca, se compone de dos porciones, sumamente heterogéneas, esto es, de los bárbaros, nativos de ella, y de la gente civilizada que ha ido a establecerse en la misma. Discurriré acerca de unos y otros, con la detención que me permita la naturaleza de este escrito.
Los bárbaros de Gualaquiza, pertenecen a la tribu de los Jíbaros, han debido ser muchos en tiempos anteriores. Al presente, no puede pasar su número de setenta u ochenta, incluso lo párvulos y las mujeres. La epidemia de la viruela y otras, que se han importado de los pueblos interandinos, han diezmado esta raza, la que ha hecho también frecuentes pérdidas, con la voluntaria expatriación de algunos, que han emigrado a Méndez, al Pongo,&., justamente perseguidos por las autoridades , a consecuencia de sus crueles y alevosos asesinatos que han cometido de tiempo en tiempo. Curioso me parece consignar en este opúsculo, como un dato estadístico, que no carecerá de utilidad en lo futuro, los nombres de los jefes de familia que habitan actualmente en esa región, indicando el número de individuos que componen aquella; aunque no me sea posible mencionar prolijamente a todos. Helos aquí:
SIRE (Ignacio), antiguo sirviente del memorable párroco de la misión, presbítero JOSE ANTONIO TORRES, quién crió y educo a este jíbaro, enseñándole las primeras letras, y aun haciendo que estudiase gramática en el seminario de esta ciudad (Cuenca), con el laudable intento de formarlo para el sacerdocio. Sire es casado con una mujer civilizada del Sigsig y tiene cuatro hijos.
CHUMBERA, anciano de más de setenta años, dotado de una índole excelente. Es capitán de la tribu, elegido años hace, por un sufragio verdaderamente popular, en virtud de su buena conducta y carácter amable. Muerta su mujer, no le queda sino una hija párvula.
CHACAIMA, yerno del anterior, que, habiendo perdido a su primera mujer, vive en casa de Chumbera, casado actualmente con otra, en la manera en que puede serlo un salvaje.
CHIRIAPA (Joaquín), sobrino de Chumbera, tiene dos mujeres y algunos hijos. Una de sus esposas se llama Tazumba y la otra Mazuca; ambas son bautizadas y tienen el nombre de Mercedes, Supongo que el Reverendo Padre Pozzi, último misionero de Gualaquiza, no podía conseguir que este Jíbaro abandone a una de ellas y tomase por mujer a la otra.
HAMBACHI (José María), casado y padre de algunos hijos.
CACHUMBI, casado también y con familia.
AMBUSHA (José), igualmente casado y tiene dos hijos.
NUÑINGA (José Antonio), casado, Tiene un hijo y uno o dos entenados.
HUALA (Ramón), casado con dos mujeres, a una de las cuales despidió, hace poco, en compañía de dos hijos. Ella y estos se trasladaron a Chicani, llevados por sus padres. En la otra tiene también dos hijos.
CHUMAPI, suegro del anterior.-Tiene igualmente familia.
NARANZA (José Antonio), casado tiene varios hijos y un yerno, llamado Zamareño, que carece de familia y vive a orillas del Bomboiza, en el punto llamado Tunduli.
UTITA (Manuel), casado y con dos hijos, le conocen generalmente con el nombre de Toledo, que es el apellido del sujeto que le sirvió de padrino en la pila bautismal.
CUJA, venido de la población de Méndez, hace cosa de dos años, su mujer se llama Sanchùa, tiene varios hijos.
Hay además, algunos otros individuos que se han trasladado recientemente, de la misma población de Méndez a la de Gualaquiza, donde es probable que se avecinden, como acontece de ordinario.
Calculando aproximadamente el número de jíbaros residentes hoy en la parroquia, puede fijárselo, según he dicho, en 80, con excepción de aquellos que están como de visita y pueden atravesar de nuevo el bosque, de regreso a sus lejanos hogares.
El aspecto de estos bárbaros, semicivilizados algunos, nada tienen de repulsivo. Su estatura es comúnmente más que mediana; sus miembros perfectamente formados; su fisonomía agradable y muy animada. Están dotados de una perspicacia y desembarazo particulares.
Se acercan a cualquier recién venido, con cierta familiaridad y audacia nada comunes; le saludan tendiéndole la una mano, mientras tienen su lanza en la otra, y entablan con él una amistosa conversación. Esta comienza siempre por las preguntas de quién eres? y que traes?
No se nota en ellos ese aire de taciturnidad, melancolía y encogimiento, tan propio de nuestros indios; circunstancia que tiene su natural explicación en la libertad de que los primeros gozan y en el abatimiento, la timidez y la postración que algunas centurias de servidumbre han imprimido en los últimos.
El vestuario de los jíbaros se compone, para los varones, de una sola prenda, que llaman itipi, es una tela, que atada a las caderas, cubre muy bien la parte del vientre y la alta de los muslos.
El vestido de las mujeres es aún más honesto; pues les oculta enteramente el pecho y les cae hasta las pantorrillas…..
Aquellos se pintan el rostro, los brazos, el cuerpo y los muslos, formando labores caprichosas, de color rojo, con la pulpa del achiote, y de color negro, con una preparación del fruto de un árbol llamado sula o zua. Tienen cuidado especial de mantener bien limpio y graciosamente recogido el cabello, y, a veces, completan elegantemente su tocado, con una especie de corona o gorra, que hacen de una piel, fina y lanuda, de rabo de mono.
La casa en que habitan, llamada por ellos jea, es de forma elíptica, más o menos prolongada. Las paredes son de caña o de chonta (madera procedente de varias especies de palma). La techumbre es sostenida por estas paredes, y por algunas columnas de palos delgados, rectos y fuertes, colocados, a distancias simétricas, en longitud del eje mayor de la elipse. La cubierta es de hojas secas de una especie de Pandanus, conocida con la denominación de camba alga, hojas que colocan con mucho artificio y seguridad. El pavimento de la única pieza que estas habitaciones, tienen es de tierra apelmazada, pero muy limpio y regularmente nivelado. A uno de los costados o extremos de la habitación, están arrimados a la pared, las camas de los varones, formadas por pequeñas tarimas de caña picada, que constituyen un plano, algo inclinado hacia el interior de la pieza, y se levanta a poca altura del suelo. El cuerpo descansa en esta clase de tarima, solamente hasta las caderas; púes las piernas quedan al aire, y los pies reposan sobre un palo, que llaman patachi, sostenido por dos horquillas en una y otra extremidad. Debajo de este aparato, un poco hacia fuera, cuidan de conservar fuego (que denominan ji), durante la noche.
Las camas de las mujeres, situadas a otro lado o extremo, son análogas a la de los varones; pero carecen de patachi y tienen dos paredecillas laterales, de la misma caña, a modo de cortinas. Lo singular y notable es que cada mujer tiene, sobre su lecho, dos, tres o más perros atados, entre los cuales duerme.
Siento no poder hablar de algunas otras particularidades, sobre las costumbres de los jíbaros, ya por no extenderme demasiado, ya porque mis observaciones, hechas en un cortísimo número de días, pudieran, quizá nos ser todas exactas.
La población que suele llamarse cristiana, esto es la formada por individuos que han descendido de los Andes, para establecerse en Gualaquiza, puede componerse en la actualidad de más de cien almas. Algunos de estos colonos cultivan en propiedad pequeñas porciones de tierra; otros viven al servicio de dos o tres hacendados. En cuanto a estos últimos, que no pasan, por hoy, de tres o cuatro, puede decirse que su residencia en Gualaquiza es ocasional; púes solo permanecen allí durante algunos meses, cuando se los exigen ciertos trabajos agrícolas, y regresan luego, a su domicilio habitual. Debo exceptuar, sin embargo, al señor don Antonio Vega, el más laborioso, constante y entusiasta de aquellos propietarios, y el que impide, en cierto modo, con su laudable firmeza, el total abandono de la colonia.
El fundo de este caballero, es el mejor y más bien cultivado de todos, y a fe que retribuye con cuantiosos productos las cuotidianas fatigas de su dueño. Merece el señor Vega todo género de protección de parte de las autoridades; púes, con su tenas empeño de trabajar incesantemente en esas regiones, alienta y estimula a esas personas, menos resueltas y emprendedoras que él. Enérgico en algunas ocasiones, blando y complaciente en otras, ha llegado a granjearse, generalmente, la simpatía de los bárbaros, que le aman y respetan. El destino de Jefe Político de Gualaquiza, que desempeñó en años anteriores, le puso en aptitud de impulsar mucho el adelantamiento de la civilización en esa distante y atrasada parroquia.
El mayor inconveniente para el progreso de los entables consiste, después de la falta de un buen camino, en la escases de los brazos indispensables para las labores agrícolas; de aquí es que estas son muy reducidas, excepto en el fundo del Sr. Vega. …
PORVENIR DE GUALAQUIZA
La decadencia actual de los entables, en esta colonia, es debida a varias cusas, entre las cuales se puede enumerar, la falta de brazos para la agricultura, las funestas irrupciones de los salvajes y la pérdida de las plantaciones que más aliento y confianza infundían. De todas ellas he hablado con la detención que me ha sido posible; pero debo añadir algunas observaciones, sobre los medios de que convendría valerse, para fomentar la colonización, restablecer la confianza que muchos de los cultivadores han perdido, y hacer que el país reporte el provecho que, naturalmente, ha esperado de la explotación de esas comarcas, que en remotos tiempos recobró para sí la barbarie.
Lo primero que debe hacerse es crear de nuevo el cantón Gualaquiza, que, según el Art. 7 inciso 5to de la Ley de División territorial de 1861, se componía de las parroquias de Gualaquiza, el Sigsig, el Rosario, y de las tribus y terrenos comprendidos en el antiguo gobierno del Yaguarzongo, hasta el Amazonas. La ley de régimen administrativo interior de 1869 redujo, por su Art. 7 inciso 5to, a solo dos las parroquias de ese cantón, esto es, a las de Gualaquiza y el Rosario, incorporando al cantón de Gualaceo la notable parroquia del Sigsig y prescindiendo absoluta¬mente de los territorios orientales, de que hablaba la otra. Aun así, hubiera continuado el cantón en su carácter de tal; pero a fines de 1869, representó el Jefe Político de él, que la población de esas dos parroquias era insignificante, y que se carecía absolutamente de rentas; a consecuencia de los cual declaró el Poder Ejecutivo, en 12 de diciembre del mismo año, suspensa la disposición legal que había creado dicho cantón. Posteriormente, es decir, en 16 de febrero de 1870, dispuso que no se les privase a los colonos de Gualaquiza de las exenciones que les había otorgado la ley del 23 de octubre de 1865, aunque el cantón se hallaba extinguido.
De modo que, según las propias palabras del jefe de la república, está suprimida, por ahora esa entidad política, y he aquí lo que me ha autorizado a considerarla como inexistente, en algunos pasajes de este escrito.
Una vez desmembrada la parroquia del Sigsig, única que podía suministrar los fondos indispensables para la subsistencia del cantón, era indefectible la desaparición de él, fuese de hecho, fuese por disposición, muy razonable y fundada, de la autoridad. Ahora bien, si esta y los particulares desean que Gualaquiza llegue a ser para la provincia del Azuay, y aún para toda la República, una colonia próspera, que, a más de contribuir con sus nobles producciones al bien común de los ciudadanos, sirva como de punto de partida, para emprender el descubrimiento y colonización de las inmensas comarcas del antiguo Yaguarzongo, es de urgente necesidad que piensen, ante todo, en reconstruir el Cantón, en la misma forma en que fue creado por la citada Ley de 1861. O se restablece la disposición del Art 7mo, inc.5to de ella, o se renuncia, para siempre, a la lisonjera esperanza que, durante largos años, ha infundido en el ánimo de muchos sujetos laboriosos, emprendedores y patriotas, la situación, la temperatura y fertilidad de esas lejanas regiones.
Reconstruido el cantón, y aplicados los fondos naturales de él al mejoramiento y reparación frecuente del camino de Gualaquiza, abundarían de suyo, los brazos para la agricultura, renacería el entusiasmo ferviente de otras épocas, serían arrasados de nuevo los bosques y reaparecerían los numerosos fundos, que, diez o doce años ha, comenzaban a transformar completamente el territorio comprendido entre Yumaza y el Bomboiza. Las alevosas irrupciones de las tribus bárbaras y los crueles asesinatos cometidos por estas, no volverían a difundir el terror entre los colonos, especialmente si el Gobierno mantuviese allí, para la seguridad de estos, un pequeño piquete de soldados, como lo ha hecho ya en algunas ocasiones. El provecho obtenido por los empresarios más diligentes y menos tímidos, estimularía, muy luego, a una muchedumbre de personas, que, a pesar de su amor al trabajo y del vehemente deseo de hacer fortuna, no saben a qué dedicarse, por carecer de bienes raíces y por no contar con una profesión suficientemente lucrativa (si las hay en el país), para proveer a su propia subsistencia y a la de su familia. El cultivo del café, del cacao, del añil, del tabaco, del tabaco, del arroz, del achiote y de otras muchas plantas útiles, les proporcionaría el bienestar que hoy les falta; el cual sería aún mayor, si, adquiriendo, por medio del estudio, algunos conocimientos sobre la naturaleza vegetal, explotasen el desconocido tesoro que contienen los bosques, en cortezas, raíces, resinas y bálsamos preciosos.
Más para que el progreso económico concuerde con el moral, en interés de la civilización, sería de todo punto necesario que la Autoridad eclesiástica estableciese, a costa de cualquier esfuerzo, una misión permanente y bien servida, en esa población tan retirada de todas las demás parroquias de la diócesis. Los colonos vivirían cristianamente y se acrecentaría el número de las almas ganadas para la religión y la sociedad, mediante la continua catequización hecha por uno o más sacerdotes.
Escusado es decir que estos debían estar adornados de cualidades propiamente evangélicas, tales como la mansedumbre, la benignidad, la abnegación, la caridad, la constancia y el valor, propios de que ha nacido para el sublime ministerio de apóstol. Las piadosas insinuaciones de un verdadero discípulo de San Francisco Javier son mucho más eficaces, para civilizar bárbaros, que la coacción imprudentemente empleada con el mismo fin.
Junto a la iglesia de la misión, sería indispensable que exista una escuela de primeras letras. El institutor pudiera ser, por el pronto, uno de los misioneros, como se observa ordinariamente en tales circunstancias. La instrucción que se comunicase a los párvulos, hijos de los salvajes, les incorporaría, desde luego, a la sociedad formada por los demás ciudadanos, particularmente si se procurase educar unidos, a esos niños infelices, con los descendientes de los colonos, que no dejan de formar un número considerable.
La iglesia y la escuela, he aquí dos piedras angulares en que reposa toda civilización. Faltando una de ellas, será estéril cuanto se trabaje por regenerar a una raza degradada, como la de nuestros jíbaros. Planteadas convenientemente las dos, tal vez llegaría a ser innecesario el fusil y la pólvora, odiosos elementos de exterminio, que intimidan, ahuyentan, aterran, pero no civilizan.
Mucho bien merecería de la patria, mil bendiciones recibiría el pueblo, la autoridad que estableciendo una buena misión y una escuela dirigida por esta, acrecentase el número de los ecuatorianos, y ensanchase positivamente, el territorio de la república, con la adquisición de esas vastas comarcas, que solo legal o nominalmente nos pertenece hoy.
Terminaré mi modesto trabajo, expresando por patriotismo, el temor que tengo, y deben tener todos mis compatriotas, de que, si se descuida la colonización de las regiones orientales, porción la más hermosa y rica del Ecuador, sean ocupadas estas, como ya empiezan a serlo, por las naciones limítrofes.
Cuenca, agosto 4 de 1875.
Luis Cordero.
viernes, 25 de enero de 2013
HISTORIA DE UNA TRIBU.
Cuando el sol principia a entibiar su ardoroso rayo, cuando las nubes, cándidas gaviotas de los cielos, visten colores de arrebol, y las brisas del Yacuambi, perfumadas, soplan suavemente; cuando en concierto armónico con el eterno murmullo de las fuentes, entonan alegrías de amor en la espesura de la fronda, la Guanguizha y el Zhuli, el Zhali y el Yembui; cuando, en fin, la luna como maga misteriosa de la montaña, se levanta imponente, majestuosa, inundando con su plateada luz la eterna primavera de esta virgen y exuberante naturaleza oriental, el jíbaro jefe descuelga el tunduli, hácelo repercutir estrepitosamente, reúne así a los suyos y con grave y majestuosa, con prosopopeya no estudiada, comienza a recordar las glorias pasadas, las batallas ganadas en dura lid, las danzas celebradas, señala los enemigos a quienes hay que exterminar, enumera a aquellos a quienes debe gratitud, reglamenta el buen empleo de las horas del día venidero, aconseja a los hijos varones el trabajo asiduo; que no falte en casa el jabalí, la guanguizha, el mamaca, el machìn; que sus nervudos brazos rompan la corriente del río enfurecido para tener pescado en abundancia; luego el consejo para las hijas y mujeres a quienes pide o impone el solícito cuidado de la familia tierna, el buen cultivo de la huerta, que no escasee la yuca, el plátano y más que todo que siempre las piningas estén rebosantes de fermentada y deliciosa chicha, y por fin, como epílogo solemne, esforzando la voz y dando poderoso énfasis a sus palabras, narra la tradición siguiente:
“ Tiempo hubo, les dice, en que los jíbaros viejos, con facilidad y frecuencia iban al cielo, en donde vivía un jíbaro también anciano, bueno, y bondadoso y sabio, quién permitía acercársele a los que juzgaba laboriosos y rechazaba a los que no; a él recurrían los necesitados y los pobres y era el consejero de todos los asuntos, ya de los relativos a la guerra, ya de los concernientes a las enfermedades, ya, en fin, de los que atañen a las costumbres del hogar.
A él pedíanle que sus huertas produzcan el grande y exquisito pandama (plátanos), y la blanca mama (yuca), que sus cristalinos y vertiginosos ríos abunden en peces, que el itipi y el tarachi no envejezcan .
“ ¿Cómo, dice, los jíbaros subían al cielo? Entonces había el Itsanaqui, bejuco rectilíneo en forma de gradería, y a la manera de una inmensa cuerda suspendida entre el cielo y la tierra, y por donde subían todos aquellos a quienes permitía el jíbaro; más entre aquellos jíbaros hubo una mujer tan mala y depravada que siendo más que cruel y sobre todo esposa infiel, desobedeciendo la voz de uno de sus esposos, tentó subir el Itsanaqui; pero entonces Undachinicamusa, tal el nombre del jíbaro del cielo, se enfureció sobremanera al ver el atrevimiento de la Noapugaracha ( mujer corrompida) y, gritando a la manera del piumata (el trueno) y brillándole los ojos como el puemb ( rayo), bajó veloz el Itsanaqui, lo cortó de un tajo y precipitó a la intrusa a la cima tenebrosa de un abismo.
“Desde entonces la comunicación con el cielo quedó cortada, faltó la yuca, el plátano escaseo, el jabalí se hizo más irascible, el pez se hizo más difícil de cogerlo, el itipi y el tarachi envejecieron prontamente, aumentó el número de jíbaros infieles, y los jíbaros jamás viajaron para el cielo”.
Aquí el jíbaro termina su narración, y luego a una señal suya, toda la familia va a descansar de las faenas diarias.
En uno de mis viajes al oriente he tenido ocasión de conocer el Itsanaqui, y siempre que los hijos de la selva lo encuentran a su paso, míranlo con vivo interés, como si algún día pudieran encontrarlo recto y hasta el cielo.
Estos cuentos de D. Luis Vivar, de los años 20, fueron publicadas en el indicado Boletín de la Academia Nacional de Historia. Son narraciones recogidas por su autor en los viajes hechos al oriente azuayo; en los cuales mezclados con elementos de origen europeo, hay ideas netamente jíbaras, algunas de vasta dispersión en América. FDA.
martes, 8 de enero de 2013
PARROQUIA EL ROSARIO.
PARROQUIA EL ROSARIO.
A partir de la célebre expedición realizada por el
padre predicador franciscano Antonio Jose Prieto; quien con la debida
autorización del Marqués de la Concordia Virrey del Perú, José Abascal y Sousa; se encamina desde Cuenca a
localizar el camino de penetración y el descubrimiento de la tan nombrada
ciudad de Logroño de los Caballero que
1816.
Cumplida esta intrépida misión de descubrimiento, trazado de planos y
detalles de la región incluido el descubrimiento mismo de las ruinas de la
perdida ciudad de Logroño de los Caballero, la entonces conventual ciudad de
Cuenca, queda impresionada del descubrimiento de una tierra de promisión, mucho
oro y productos exóticos llama la atención y la codicia de colonos
especialmente criollos que se preparan para una gran aventura.
Las guerras de la independencia
1809- 1822, cerraron las puertas a la colonización masiva; por los años posteriores
al descubrimiento de la entrada a Logroño (Gualaquiza) 1818-1820, apenas pueden
penetrar los misioneros enviados de Cuenca, los que por la furia de los nativos
se retiran en 1820.
Estas entradas misioneras cautivaban a los colonos pero aún no se
resolvían hacer una entrada masiva.
El Obispo de Cuenca Monseñor
Manuel Plaza, hace una nueva entrada ya en el período republicano, concretamente
llega a Gualaquiza el 25 de Noviembre de
1852.
Su informe al Gobierno es alentador a la colonización.
Entre la civilizada Sigsig y la aún inhóspita Gualaquiza , se encontraba ya una colonia
llamada EL ROSARIO, a ella habían llegado ciudadanos especialmente del Sigsig, Cuchil, y Ludo;
estableciéndose como una colonia de avanzada; púes aún el territorio de la
planicie de Gualaquiza se mantenía misterioso
y habitado por los bravos jíbaros.
De una u otra manera al Gobierno Central
le interesaba que estos territorios vayan siendo colonizados por gente civilizada; hasta el punto que el Gobierno del General José María Urbina (1851-1856) la Asamblea General del
Ecuador decreta que la en ese entonces llamada Provincia de
Cuenca habrán cinco Cantones: Cuenca,
Azogues, Gualaceo, Girón y Cañar; siendo el Cantón Gualaceo compuesto por las
parroquias: Gualaceo, Chordeleg, San Juan, Paute, Guachapala, El Pan, San
Bartolomé, Sigsig, El ROSARIO y GUALAQUIZA,
teniendo como cabecera Gualaceo.
El citado Presidente, puso el correspondiente ejecútese a este decreto
de la Asamblea nacional el 8 de septiembre de 1852.
De esta manera oficialmente había nacido como parroquia El Rosario y
Gualaquiza.
A la fecha 161 años de existencia oficial.
Poblose esta parroquia como avanzada hacia el oriente, se asentaron en
ella muchas familias, tuvieron el apoyo del misionero salesiano, hasta que este
habiendo preparado ya el suelo en centro de Gualaquiza, pacificados los
nativos, creyeron que era la oportunidad de asentarse definitivamente en la
parroquia Gualaquiza. Así lo hicieron, abandonaron definitivamente El Rosario
en la que se habían establecido en 1921
( 25 de julio), en septiembre de 1968, particular que trajo en parte el debacle
de la colonia del Rosario (Aguacate).
Sin los misioneros muchos ciudadanos de esta parroquia fueron a
establecerse definitivamente en el Centro poblado de Gualaquiza propiamente
dicho.
A pesar de esta adversidad, los aguacatenses que se quedaron trabajaron muy arduamente para mantenerse y
progresar; hecho que lo consiguieron, pues mantuvieron su querida parroquia
contra viento y marea, hasta el punto de hoy verla resurgida, en una
altiva y progresista parroquia de
Gualaquiza, la hermana mayor de todas aún de la parroquia urbana Gualaquiza
cabecera hoy del Cantón de su mismo nombre.
Muchísima historia guarda esta querida parroquia, desde su primer
establecimiento en el sitio mismo denominado El Rosario, hasta su traslado
poblacional al sector Aguacate cabecera política de esta respetada y antigua
parroquia.
Tiempo faltará para hablar de sus hijos predilectos, de sus anhelos de
progreso y de su esperanzador futuro.
El Rosario, apacible pueblo puerta del Cantón paraíso amazónico, cuna de
quienes forjaron con sudor y lágrimas
esa querida Gualaquiza.
EL HUAMBAZHO VEGA.
“EL GUAMBASHO VEGA”
COSAS DE SU TIEMPO:
Un personaje inolvidable no solo para el País, el
Azuay y especialmente para Gualaquiza, fue el coronel ANTONIO VEGA MUÑOZ.
Su padre Antonio Vega Dávila, fue uno de los primeros
colonos que llegó a Gualaquiza, luego de los primeros años de vida republicana.
Las noticias de la exuberante tierras, la fertilidad
de las mismas, la producción de frutos abundantes; atrajo a muchos
inversionistas azuayos, como los Vega, los Cárdenas Moscoso, Quintanillas; y
otros ilustres ciudadanos azuayos, que pusieron la mira en estas agrestes pero
prometedoras tierras austro-orientales.
Singularmente la familia Vega Dávila y Vega Muñoz, establecieron en
Gualaquiza grandes haciendas llamadas también entables.
Cultivaron
algodón para la fábrica de tejidos del Dr. Benigno Malo en Cuenca,
fueron grandes productores de tabaco, paja toquilla, panela, aguardiente etc.,
que surtían con su producción el mercado de Cuenca.
Supieron sortear los peligros de la selva y muy en
especial hicieron frente a los nativos, frenando de estos todo tipo de
atropello aun empleando la violencia si no era
suficiente el respeto mutuo que
exigían de los nativos.
El Coronel Antonio Vega Muñoz, fue un hombre
cosmopolita, político y militar convencido de su lucha por la patria y la
religión; católico de convicción lucho incansablemente contra las dictaduras de
Alfaro; haciéndole frente en verdaderas batallas campales; hasta dar su vida
por la libertad y el estado conservador,
frente al recalcitrante liberalismo que no hizo otra cosa que volver al país en un reguero de sangre y de
odio. Entre otras cosas expulsar a los salesianos del Ecuador. (Excepto de Gualaquiza).
En su última batalla contra la dictadura de Alfaro,
fue asesinado luego de ser capturado en la batalla de Abancay, pues entro
muerto a la ciudad de Cuenca.
Hizo de Gualaquiza su refugio, acá se sentía seguro como conocedor de la selva las tropas de Alfaro temían
atacarlo en su reducto principal.
Sus peones que pasaban de doscientos fueron sus
soldados permanentes y sus peones en tiempos de paz.
Estableció una sociedad con sus hermanos la misma que
se mantuvo vigente hasta la muerte de uno de ellos, que murió trágicamente al
estallarle un recipiente grande de pólvora en su rostro y cuerpo; lo que motivo
el termino y retiro de la sociedad de los hermanos Vega Muñoz, y la consecuente
venta principalmente a sus trabajadores de la gran hacienda que poseían en
Gualaquiza.
Antonio Vega Muñoz fue el primer comandante de un Batallón
de soldados acantonados en lo que fue la
Provincia de Méndez y Gualaquiza.
El apoyo que la
familia Vega dio a los misioneros, primero a los jesuitas
y luego a los salesianos fue vital para su establecimiento; y, porque no decirlo
para el futuro establecimiento de la colonia en estas tierras.
Hoy relatamos una anécdota que ha manera de
investigación lo realizó la Universidad de Loja en 1973.
“Viejos colonos (de Gualaquiza), cuentan de las
legendarias aventuras del coronel Vega Muñoz, llamado “El Guambasho”. Aventuras
no tanto por haber superado los impresionantes obstáculos, que oponían los
muros de los Andes, para traer a estas regiones montañosas la civilización del
latifundio, del contrabando del aguardiente y de los lagares de caña de azúcar,
sino mucho más por las masacres de shuar, que fueron ejecutadas por orden de
este noble señor del Azuay.
Según estos informes (1973- Universidad de Loja). Vega
Muñoz mantenía una tropa propia a la que
pertenecían 200 hombres.
A este efecto entrevistamos- dice el informe- en
Gualaquiza a un anciano, Víctor Torres, que según referencias de sus parientes
tiene más de 120 años de edad.
El anciano cuenta que trabajó muchos años a las órdenes
de diferentes señores, y que fue testigo cómo el “Guambasho” exterminaba a los
shuar.
Finaliza con una complacencia macabra e infantil:
“Cuando el coronel reunió a toda la gente del pueblo para luchar contra Alfaro,
hubo una gran batalla. En Yacuambi enterraron muchas armas. Yo me cogí dos
fusiles, y con ellos maté a dos jíbaros”. Cuando preguntamos a Víctor Torres si
alguien lo sabía, contestó, todo el mundo. A nuestra pregunta si le habían
sancionado alguna vez por ello, respondió: nunca”…
(Tomado de: El Pueblo shuar- de la leyenda al drama-Mark Munzel- Alex
Kroeger-Reimer Gronemeyer. Pag.197-Mundo Shuar, 1981.)
Gualaquiza debe a la memoria de este ciudadano
prácticamente su existencia; creo que una de las calles principales de la
ciudad lleva su nombre Cuenca lo hizo a raíz de su trágica muerte.
La
anécdota contada en esta página es
inverosímil, púes se sabe que los nativos llegaron a estimar en sumo
grado al Coronel Antonio Vega Muñoz; de no ser así, no se hubiese establecido
como lo hizo en Gualaquiza, por muchos años; ni los nativos ni los misioneros
lo hubiesen soportado. Su apodo de “Guambasho” lo está declarando.
Una escuela de la parroquia Bomboiza lleva su nombre.
sábado, 5 de enero de 2013
DIALOGO Y TOLERANCIA.
No soy un gualaquicence de nacimiento; pero si uno de corazón, como los ya miles de ciudadanos ecuatorianos que han encontrado en Gualaquiza un lugar para vivir, lleno de encantos naturales y de gente muy respetuosa hacia los demás.
Nadie puede negar el aporte cultural, social, y económico que los afuereños, esto es los no nacidos en Gualaquiza, han traído de sus lugares de origen; este bagaje acompañado con el amor a Dios y a la Patria ha germinado en Gualaquiza; y, junto con el aporte de sus propios hijos, ha hecho del cantón un lugar especial para vivir.
Esta armonía de convivencia se ha visto bastante deteriorada de un año para acá. Púes hay en cierta manera una imposición de ideas y criterios que viene de ciertas personas que no toleran la forma de pensar de otros ciudadanos que discrepan con las suyas; esto a llegado al punto de que no se puede hablar de determinado tema por el temor a que el otro interlocutor se vea o sienta ofendido por cuanto piensa diferente y de acuerdo con quienes le han dicho como debe pensar.
Hermanos, padres, parientes, amigos se han visto de una u otra manera separados por el modo de opinar diferente. Esto que refiero se da concretamente en el caso de opiniones sobre las concesiones mineras hechas por el Estado.
La cultura del dialogo va quedando atrás, se quiere imponer pensamientos ajenos aún por medio de la violencia. Esto es nefasto y acarrea consecuencias impredecibles.
Un grupo de personas con todo el derecho pueden discrepar de tal o cual situación o asunto, pero no están en el derecho de querer imponer sus ideas a otros ciudadanos que piensan de diferente manera, ni mucho menos tomar el nombre del “pueblo” y propiciar daños a la integridad física o moral de otros ciudadanos, o a los bienes nacionales o particulares.
Dialoguemos y busquemos consensos que vayan en beneficio no personal o de grupo, sino nacional y respetemos el criterio y opinión ajeno, esto es democracia.
FDA.
DEL LIBRO GEOGRAFIA DEL ECUADOR DE VILLAVICENCIO año 1860
La parte de los jíbaros, donde se hallaba Logroño, fue agregada al gobierno de Cuenca, por una cédula real, habiendo sido primero de Macas y después de Yaguarzongo. Se denominó esta parte misiones del Gualaquiza y Rosario. Con motivo de esta agregación por los años de 1670, se hicieron algunas tentativas por el gobierno de Cuenca para la reconquista de los jíbaros del Paute o Gualaquiza, en donde vivían las tribus de los Pautes, Paloras, Palmas y Logroños: mas como estas expediciones no consiguieron su objeto por la fuga de los jíbaros, el gobierno de entonces mandó que no se hicieran mas gastos del tesoro real, sino que se invitara a los particulares, ofreciéndoles a nombre del rey los correspondientes premios por la conquista y progresos que hicieren.
Un caballero acaudalado que a la sazón se hallaba en la ciudad de Cuenca, abrazó con entusiasmo la empresa y dispuso su entrada por el pueblo de Paute, cerca de Cuenca, por ser desde allí, navegable el rio Paute (después llamado Santiago) hasta salir al Marañón. Esta primera tentativa dejó mendigo al empresario. Después se hizo otra por una compañía de Cuenca y tuvo igual resultado.
El obispo de Quito excogitó el medio de mandar misioneros jesuitas a la conquista en el año de 1631: estos obtuvieron buen suceso, y por el año de 1790 salían ya muchos jíbaros al pueblo de Paute con sus efectos de comercio: dos años después entraron allí muchos blancos llevándoles herramientas y bujerías.
Los jíbaros continuaron saliendo con el objeto de hacer bautizar a sus hijos y adquirir compadres, a quienes reputan como parientes. Continuó su tráfico sin interrupción hasta el año de 1812, en que presenciaron las disensiones del pronunciamiento de la independencia y los movimientos de tropas de Cuenca y Quito; esto los hizo retirar; mas, dos años después, volvieron a salir para estrechar sus relaciones con los hombres de importancia, entre los cuales distinguieron mucho al doctor Pablo Hilario Chica, que fue un oidor distinguido.
Las visitas que hacían a este caballero eran muy frecuentes, y en el año de 1816 salió un gran número de jíbaros con la pretensión de llevarle consigo, pues tal era lo que le amaban. … Desde entonces comenzaron a hacer muchos establecimientos los cuencanos y los vecinos de los pueblos contiguos.
Los naturales del Sigsig, en compañía de los jíbaros, trabajaban un camino para los pueblos de Gualaquiza y Rosario, muchos años antes fundados con curas, misioneros y autoridades puestas por los ecuatorianos”.
Dr. Manuel Villavicencio .
Enero 20—1860
EL SHUAR
SHUAR PESCANDO Y CAZANDO- FOTO 1920
Cabe una visión del shuar que se publica en el año 1942. Que dice:
“El shuar tiene en su organización distintiva, algo de completo.
Dotado de ingenio sutil y astuto, de una fuerza muscular verdaderamente prodigiosa, se cree superior a nosotros.
El hombre es un cazador verdaderamente perfecto, un pescador experto en las purísimas aguas de los ríos orientales.
La parte de los mejores animales silvestres, es para él: saínos, armadillos, conejos, pájaros sabrosísimos, están a su disposición en la inmensidad de los bosques.
Frutas delicadas que les prodiga la floresta, les regala en todo momento para satisfacer su goloso apetito.
Nunca en sus huertas falta yuca, banana, camote, algodón y piña.
Las mujeres son cocineras excelentes, más sobre todo hábiles fabricadoras de una bebida original: la chicha mascada, que si en realidad es nauseabunda por su manera de fabricación, es empero muy nutritiva y sobre todo muy gustosa para los shuar”.
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