“Largos
caminos tuvieron que recorrer desde
aquella mañana triste y fría en la que el sol ya no asomó para abrigar la
serranía; tortuosas sendas desafiaron aquellos anónimos que cargados de sueños
desde el momento en que debieron arrancarse de su natal tierra en procura de un
pan; casi invencibles obstáculos asomaron en el trayecto desde el instante en
que las flores escondieron su rojo color y su hermosura, los manzanos
nostálgicos ya no exhalaron aromas, y el río del pueblo sepulto en su regazo la
fresca brisa.
Solos,
unos, con mujer y guaguas, otros con lágrimas resbalando un contrito
rostro, dueño de una mirada perdida en
el horizonte que no conoce, escupiendo nostálgicos suspiros mientras el frío
golpea presuroso las viejas paredes de un hogar que se niega a sucumbir, abrazando
a su querida que ve alejarse el calor del lecho y el cariño que le acompañaba ,
bendiciendo a sus hijos que aún no entienden un porqué y un cómo :así, en mitad
de la amargura, silbando luctuosas notas robadas al viento, fingiendo a lo
lejos una sonrisa que más parece una inconsciente mueca, tomando un “draque”
con el amigo que se queda; así, un día, para no olvidar, se armaron de coraje e
iniciaron su hazaña.
Riscos
desafiantes, gélidos vientos neblina inconmensurable, hondas penas: obstáculos
que poco a poco fueron superados por el viajero que no conocía de fatigas en su
alma a pesar de la dureza del trajín y de los recuerdos que frecuentes acudían a su confundida mente,
la lluvia era constante y cambiante la vegetación; llegó la selva desconocida que
ponía en juego la capacidad de supervivencia.
Al
fin encontraron un lugar en donde construir un mundo en el que, pese a las
adversidades, se puede pasear la esperanza, realizar los sueños, construir
bienestar. Asomó un remedo de pueblo en medio del lodo y la espesura de la
montaña, vino el salesiano a poner luz en el pecho, el shuar se confundió con
todos en un receloso afán de unidad, el soldado apareció para brindar
seguridad, el maestro asomó para regala sabiduría: todos desde su trinchera y a
su modo aportaron para, con espíritu bizarro, corazón firme, músculo que no
tiembla, mirada desafiante, ir edificando la aldea que, poco a poco se
convirtió en la ciudad que hoy, con limitaciones y todo nos brinda paz y
oportunidades, nos regala esperanzas y nos seduce con sus encantos.
En
estas páginas se pretende irradiar pedazos de la historia de nuestra tierra que
pretenden ser un homenaje a quienes, por cualquier razón, tuvieron el coraje de
abrirnos el camino que hoy, con alegría, todos transitamos en la búsqueda de un
futuro que, de quererlo, siempre será mejor”.
LAURO
SAMNIEGO AVILA.