viernes, 23 de noviembre de 2012

LA CAÑA DE AZUCAR.


                                                                     


LA CAÑA DE AZUCAR.
“Sacharum officcinarum L.-En la mentada obra del Dr. Luís Cordero, él mismo manifiesta que… :
“ De propósito hemos traído al último lugar esta notabilísima planta; que debiendo ser una de las más benéficas para nosotros,
ha degenerado en perniciosa y funesta, por haberse convertido en fuente ponzoñosa, en madre aborrecible del tósigo social al que llamamos aguardiente. Bien se produce la cañamiel (que ojalá no fuese cañatrago) en nuestros amenos y fértiles valles de Gualaceo y Paute; mejor aún en los calientes de Chahuarurco y de Molleturo, y admirablemente en las vírgenes regiones de Gualaquiza, Méndez, etc.; pero, en vez de darnos la miel que los antiguos habrían comparado con la de Hibla; en lugar de suministrarnos, principalmente el generoso azúcar, que nos endulce de mil maneras el goloso paladar y aún nos sirva de saludable alimento respiratorio, como lo tiene demostrado la ciencia alemana; en vez de proporcionar barata a nuestras clases pobres la vulgar, pero inofensiva y bien apreciada rapadura, se ve fatalmente obligada a verter su delicioso néctar en aquellos aparatos infernales llamados alambiques, que lo devuelven transformado en espíritu de corrupción, envilecimiento, abyección y miseria, en esencia de locura y crimen, que degrada, entorpece, bestializa y prostituye, monopolizando la funesta responsabilidad de cuantos males y desgracias provienen de la transformación diabólica del hombre en animal inmundo, desenfrenado y feroz …
Dislocados pueden parecer estos renglones en una tranquila y plácida enumeración botánica de nuestras principales plantas; pero merecemos disculpa por parte de quienes consideran que nos propusimos tratar de la útiles y de las nocivas, y que no hemos sido dueños de mirar con serenidad esto de que una industria que raya en satánica haya convertido una de las primeras en la peor de las últimas. De todas maneras aconsejaríamos a nuestros buenos humanitarios y hasta caritativos cultivadores de caña, acertadamente llamada de azúcar, que no la despojen de este simpático nombre y que con laudable desinterés renuncien a la corta y penosa ganancia que puede darles el arte de trocar en homicida ponzoña lo que Dios hizo para lícito regalo de la criatura racional.
Pudieran los grandes propietarios de haciendas calientes dedicarlas, en su mayor parte a los menos, al provechoso cultivo de cereales, cuya venta va siendo progresivamente más fácil y ventajosa a medida que aumenta el consumo. La odiosa industria aguardientera no es ya negocio muy lucrativo, pues no hay Congreso que no le imponga nuevo gravamen... Siempre hemos opinado que, aún como negocio, es muy perjudicial el de la destilación, cuya primera e indefectible consecuencia es la de corromper y viciar a la servidumbre de las haciendas en que se elabora el tósigo. ¡ Cuánto ganaría el país en moralidad, en cultura, en laboriosidad y progreso si el enloquecedor aguardiente se relegase a las farmacias, rotulándolo como droga peligrosa en el estante reservado a los venenos, a la morfina, al arsénico, al cianuro de potasio y otras sustancias aplicables a casos desesperados!”. LCC