El amor a la ciencia y la
verdadera sabiduría son cosas en extremo diferentes. Tengo yo el primero, más
carezco de la segunda. ¡Ojalá que en mi país haya, no muy tarde, quienes
asocien debidamente el uno a la otra! …
Adoptada la nueva dirección, desde la altura de los
pajones, hasta Granadillas, paralelamente al río de San Dionisio, quedaría
también a la izquierda el punto que se llama El Calvario, nombre que tanto le
cuadra...El calvario es una cresta de mucho peligro, aunque de corta extensión.
A derecha e izquierda del transeúnte hay despeñaderos espantosos, sin que pueda
huir de ellos, desviándose por ninguna parte. Insisto, púes por esta razón mas,
en que es conveniente la adopción de la vía indicada. Si se contase con la
eficaz cooperación de la autoridad, como parece que se espera, pronto quedarían
abandonados uno y otro precipicio.
Continuando mi viaje hasta Chiguinda, he notado
que él camino todo necesita de urgente composición. Es de presumir que el
no sería muy malo, en la época en que los fondos del extinguido cantón de Gualaquiza
se empleaban en repararlo con
frecuencia. Todavía quedan algunos vestigios de lo que entonces se trabajó;
pero la acción del tiempo y la de las lluvias lo han deteriorado tan
considerablemente, que no queda sino un angostísimo sendero, que va fajando las
casi perpendiculares cuestas de los montes. La parte interior de la vía, es
decir, la que se ha formado removiendo el material de las rocas, ha llegado a
obstruirse completamente; el terreno que se ha deslizado de las pendientes, los
arbustos que han crecido en abundancia y los despojos de los árboles contiguos,
han echado a perder esa parte; por manera que la bestia camina, de ordinario
por el borde exterior, y el jinete lleva siempre inclinado el cuerpo hacia el
lado opuesto, como para saltar, si le fuere posible, luego que sienta
deslizarse por el otro, los pies de aquella; ¡penosa posición, que se ve
forzado a conservar durante toda la jornada!
Para el alojamiento de los transeúntes, existe una posada
o casa de tambo en Granadillas, punto
intermedio entre la Portada y Chiguinda a la izquierda de esta casa, en
un paraje algo inferior, tiene establecido un entable el señor Manuel Célleri, vecino
del Sìgsig. Sería muy útil, para él y para los pasajeros, que diese
mayor ensanche a sus labores, cultivando una porción más considerable de tierra
y afanándose en la formación de sementeras y plantaciones.
Como la temperatura de Granadillas es ya considerable, se
produce perfectamente el maíz y la caña de azúcar, según lo pude observar por
los cultivos que en la actualidad se han hecho. La feracidad de la tierra tiene
que ser naturalmente, mucha; pues se ha formado en esas localidades, con el
transcurso de los siglos, una profunda capa vegetal, procedentes de los
despojos del bosque. No hay más que descuajar este y preparar el suelo.
¡Lastima es que lo muy agrio de las pendientes, en esas grandes masas que se
elevan para formar los Andes, inutilice para la agricultura casi toda la
inmensa extinción de terreno que hay desde los pajones hasta Gualaquiza! Raros
son los sitios que como Granadillas, el Rosario, Sambopamba, Chiguinda, San
José, Paloquemado, Cuchipamba, &.forman planos de suave inclinación o
faldas no muy escarpadas. Esta consideración ha sido, indudablemente, la que ha
inducido a nuestros antecesores a caminar, durante dos o tres días, atravesando
las selvas, a fin de hallar, entre los bárbaros, un valle más a propósito para
las empresas agrícolas.
En el trayecto de Granadillas a Chiguinda hay que
vadear el río Blanco, que debe su nombre al color de las piedras de su lecho.
Es de presumir que estas sean de naturaleza calcárea, lo que, si realmente es
así, debe quitar a las aguas del Blanco la calidad de saludables.
Desciende este río de las
alturas del accidente, y va a reunirse con el de San Dionisio, después de recoger el pequeño caudal de
algunos arroyos, entre los cuales figura el Tigrepungo. …
Después de caminar algún trecho, dejando a la
izquierda el río de Sanisidro, hay que pasarlo otra vez, engrosado ya
con las aguas del Rio Rosario. Este paso tiene lugar por el puente llamado de Cuchipamba, que está
cercano a los antiguos entables del mismo nombre. Superfluo me parece expresar
que este otro puente, construido de la misma manera que el de Sanisidro, se
halla igualmente deteriorado y se
destruirá muy presto, si no se lo repara.
Las
faldas que el transeúnte deja a la derecha, antes de pasarlo, estuvieron
cultivadas no ha mucho, por los señores doctores Manuel Dávila y José Vega C. quienes se proponían
obtener un resultado muy provechoso, confiando en la fecundidad del suelo y en
la magnífica temperatura de esa localidad; pero, desgraciadamente, hicieron los
bárbaros una irrupción repentina,
subiendo desde las márgenes del Río Bomboiza, situadas a seis u ocho leguas de
allí, cayeron sobre los entables, y asesinaron cruelmente a varios individuos
de la servidumbre de aquellos señores. Tan deplorable acontecimiento desalentó
como era natural, a los dueños de Cuchipamba, quienes abandonaron, poco
después, sus labores.
En la actualidad, va cubriendo nuevamente el bosque los lugares desmontados, y muy en breve no quedará el más pequeño vestigio de los
trabajos anteriores, tan pasmosa es la rapidez con que una vegetación
admirablemente lozana forma selvas que
parecen seculares.
Pasado
el puente de Cuchipamba, se hace alto en una pequeña playa, que, por estar
cubierta de matorrales, manifiesta haber sido cultivada en años anteriores. Al
presente se han hecho otros cultivos, en la parte superior, es decir en las
faldas de San José, que están a la izquierda del camino.
En
ellas tienen sus pequeños fundos algunas
personas de las familias Zúñiga y
Brito de la parroquia del Sigsig. A juzgar por la excelente caña de
azúcar y por el muy buen plátano, que he visto traer de esos establecimientos,
creo que la fertilidad y la temperatura de San José no son inferiores a
las de Cuchipamba Importante sería que afluyesen a esa localidad numerosos
cultivadores, que la conviertan en una notable población.
Continuando
la marcha hacia Gualaquiza, se pasa, muy luego el Río de San José, que, a pesar
de nos ser caudaloso, necesita de un puente; púes sus aguas deben acrecentarse
mucho en las épocas de invierno. A poca distancia de este río, está el paraje Palo
quemado, donde, por la suavidad de la pendiente, es fácil talar el bosque y
hacer cultivos. Allí forma actualmente un entable el señor Francisco Vintimilla, echando por tierra los corpulentos
árboles de la imponente y majestuosa selva. Algo más debajo de este punto, han
existido también otros establecimientos de varias personas. Todas ellas los han
abandonado, sucesivamente, desalentadas, sin duda, por la decadencia de los
fundos de Gualaquiza, por el temor de los bárbaros y por el deterioro del
camino.
El
actual estado de este es tan malo en esa sección, como en las anteriores. Es
verdad que el R.P. Pozzi, y
el laborioso señor Antonio Vega,
que fue Jefe Político del extinguido cantón, trabajaron mucho en mejorar la
vía. Es cierto también que la dirección mas baja, que adoptaron para esta,
dejando a la izquierda las pendientes de Bellavista, y tomando otro
rumbo,…
En
parte de la última jornada, ha sido muy ventajosa; pero, como no ha vuelto a
trabajarse mas, haciendo las frecuentes reparaciones que requiere todo camino,
especialmente si es de montaña, para permanecer traficable, está convertida
dicha vía en un extenso pantano, lleno de peligros. Muchas de las piezas de
madera, colocadas longitudinalmente, en algunos puntos, para cubrir el suelo
cenagoso, se han corrompido, o aislado unas de otras, y es grande el riesgo de
que las bestias introduzcan en casco en los huecos intermedios y se averíe
notablemente. …...
Además, hay gruesos troncos, que han caído al
través del camino. Muy luego volveré a tratar de lo importante que sería tal
restablecimiento, para el progreso, tan apetecido, de Gualaquiza. …..sigue apuntes sobre la vegetación.
Gualaquiza.
Es un hermoso, aunque no muy amplio valle, que
extendiéndose de occidente a oriente, se ensancha de un modo considerable en su
extremo oriental, sobre todo hacia la parte que mira al Sur. Los estribos o
baluartes de la enorme cordillera andina
se abaten notablemente en esta región,
sin deprimirse, por eso, en el todo, como parece que sucederá en lugares más cercanos a las inmensas
planicies del Amazonas. Lo riega el río
Gualaquiza, formado por los arroyos de Yumaza y San Francisco,
que descienden de las montañas occidentales. Ese río es de corto caudal, en las
épocas de verano, y baja a confluir con el Bomboiza, después de recoger en su
trayecto, de dos leguas o poco más las
aguas de algún arroyuelo, como el Churuyacu o Ijimbi.
El
expresado Bomboiza es un río bastante caudaloso, que sobrepuja en mi concepto,
a nuestro río de Paute, comparado con el caudal
que tiene este en el pueblo del mismo nombre. Lo forman los ríos Cuchipamba
y Cuyes, que vienen de los montes del sudoeste. Después de recibir el Bomboiza
las aguas del Copiambiza, por la margen occidental, va a reunirse con el
caudaloso Zamora, que llega del Sur.
Confundidos
los dos, toman una dirección noreste y bajan por regiones desconocidas, a
confluir con el Paute, para formar el célebre Santiago. La hoya, púes que se
extiende desde los arroyos Yumaza y San Francisco, hasta donde se juntan el
Bomboiza y el Zamora, es la que tiene el nombre de Gualaquiza.
Al
occidente de esta comarca, se eleva como
he dicho, las colosales masas de los Andes; al oriente y sureste están las
regiones habitadas por las tribus de los Patucuma,Cangaime, el Pongo y
Zamora; al Norte las de Méndez, y al sur las de Chicani y Pachicosa.
El aspecto físico de Gualaquiza es todavía selvático; pues no es grande la parte
despejada, y aún las casas de muchos pobladores, particularmente jíbaros, están
circundadas de bosque. Aunque se destruya
este a fin de cultivar el terreno y hacer plantaciones, bastan algunos
meses de abandono, para que una exuberante vegetación cubra nuevamente lo
desmontado. La naturaleza recobra allí muy rápidamente su imperio, y apenas se
descubre algún vestigio de las costosas labores antiguas.
La
temperatura de Gualaquiza, según informe de personas que han residido en ese lugar por dilatado
tiempo, parece que fluctúa entre 20 y 26 grados del centígrado.
No
se cual sea su altura sobre el nivel del
mar, aunque del grado medio de la temperatura puede inferírsela aproximadamente. Lo intempestivo de mi viaje
no me permitió llevar un barómetro, para calcularla. Podré hacerlo más tarde,
si visito otra vez estas regiones, como fundadamente lo espero.
En
cuanto al clima, lo creo bastante húmedo, como debe serlo naturalmente,
atendida la proximidad de los bosques y la cercanía de los ríos caudalosos,
como el Bomboiza y el Zamora, que mediante la evaporación, humedece
constantemente el aire.
Con todo, me han dicho algunos sujetos fidedignos que sobrevienen, de vez en cuando,
veranos de extraordinaria duración.
El
terreno de Gualaquiza tiene la feracidad propia de un suelo virgen, cubierto de
una profunda capa vegetal, formada por los despojos del bosque, y favorecido
por una temperatura excelente. Las plantas que nacen de un modo espontaneo, en
la parte desmontada, son regularmente,
arbustos o hiervas. Entre unos y otros, he podido notar, muy de paso, las
familias, géneros y especies que siguen: …. (Sigue descripción botánica.)….
Después
de visto Gualaquiza bajo su aspecto montés (permítaseme la expresión), debo
hablar de lo que ha hecho la civilización, para transformarlo.
La
población que actualmente ocupa esa comarca, se compone de dos porciones,
sumamente heterogéneas, esto es, de los bárbaros, nativos de ella, y de la
gente civilizada que ha ido a establecerse en la misma. Discurriré acerca de
unos y otros, con la detención que me permita la naturaleza de este escrito.
Los
bárbaros de Gualaquiza, pertenecen a la tribu de los Jíbaros, han debido ser
muchos en tiempos anteriores. Al presente, no puede pasar su número de setenta
u ochenta, incluso lo párvulos y las mujeres. La epidemia de la viruela y
otras, que se han importado de los pueblos interandinos, han diezmado esta
raza, la que ha hecho también frecuentes
pérdidas, con la voluntaria expatriación de algunos, que han emigrado a Méndez,
al Pongo,&., justamente perseguidos por las autoridades , a consecuencia de
sus crueles y alevosos asesinatos que han cometido de tiempo en tiempo. Curioso
me parece consignar en este opúsculo, como un dato estadístico, que no carecerá
de utilidad en lo futuro, los nombres de los jefes de familia que habitan
actualmente en esa región, indicando el número de individuos que componen
aquella; aunque no me sea posible mencionar prolijamente a todos. Helos aquí:
SIRE (Ignacio), antiguo sirviente del memorable párroco de
la misión, presbítero JOSE ANTONIO
TORRES, quién crió y educo a este
jíbaro, enseñándole las primeras letras, y aún haciendo que estudiase gramática
en el seminario de esta ciudad (Cuenca), con el laudable intento de formarlo
para el sacerdocio. Sire es casado con una mujer civilizada del Sigsig y tiene cuatro hijos.
CHUMBERA, anciano de más de setenta años, dotado de una índole
excelente. Es capitán de la tribu, elegido años hace, por un sufragio verdaderamente
popular, en virtud de su buena conducta
y carácter amable. Muerta su mujer, no le queda sino una hija párvula.
CHACAIMA, yerno del anterior, que, habiendo perdido a su
primera mujer, vive en casa de Chumbera,
casado actualmente con otra, en la manera en que puede serlo un salvaje.
CHIRIAPA (Joaquín), sobrino de Chumbera, tiene dos mujeres y
algunos hijos. Una de sus esposas se llama Tazumba y la otra Mazuca; ambas son bautizadas y
tienen el nombre de Mercedes, Supongo que el Reverendo Padre Pozzi, último
misionero de Gualaquiza, no podía conseguir que este Jíbaro abandone a una de
ellas y tomase por mujer a la otra.
HAMBACHI (José María), casado y padre de algunos hijos.
CACHUMBI, casado también y con familia.
AMBUSHA (José), igualmente casado y tiene dos hijos.
NUÑINGA (José Antonio), casado, Tiene un hijo y uno o dos
entenados.
HUALA (Ramón), casado con dos mujeres, a una de las
cuales despidió, hace poco, en compañía
de dos hijos. Ella y estos se trasladaron a Chicani, llevados por sus padres. En la otra tiene también dos hijos.
CHUMAPI, suegro del anterior.-Tiene igualmente familia.
NARANZA (José Antonio), casado tiene varios hijos y un yerno,
llamado Zamareño, que carece de familia y vive a orillas del Bomboiza, en el
punto llamado Tunduli.
UTITA (Manuel), casado y con dos hijos, le conocen
generalmente con el nombre de Toledo, que es el apellido del sujeto que le
sirvió de padrino en la pila bautismal.
CUJA, venido de la población de Méndez, hace cosa de dos años, su mujer se
llama Sanchùa, tiene varios hijos.
Hay
además, algunos otros individuos que se han trasladado recientemente, de la
misma población de Méndez a la de Gualaquiza, donde es probable que se
avecinden, como acontece de ordinario.
Calculando
aproximadamente el número de jíbaros residentes hoy en la parroquia, puede
fijárselo, según he dicho, en 80, con excepción de aquellos que están como de
visita y pueden atravesar de nuevo el bosque, de regreso a sus lejanos hogares.
El
aspecto de estos bárbaros, semicivilizados algunos, nada tienen de repulsivo.
Su estatura es comúnmente más que mediana; sus miembros perfectamente formados;
su fisonomía agradable y muy animada.
Están dotados de una perspicacia y desembarazo particulares.
Se
acercan a cualquier recién venido, con cierta familiaridad y audacia nada
comunes; le saludan tendiéndole la una mano, mientras tienen su lanza en la
otra, y entablan con él una amistosa conversación. Esta comienza siempre por
las preguntas de quién eres? y que traes?
No se nota en ellos ese aire de taciturnidad,
melancolía y encogimiento, tan propio de nuestros indios; circunstancia que
tiene su natural explicación en la libertad de que los primeros gozan y en el
abatimiento, la timidez y la postración que algunas centurias de servidumbre
han imprimido en los últimos.
El
vestuario de los jíbaros se compone,
para los varones, de una sola prenda, que llaman itipi, es una tela, que atada
a las caderas, cubre muy bien la parte del vientre y la alta de los muslos.
El vestido de las mujeres es aún más honesto;
pues les oculta enteramente el pecho y les cae hasta las pantorrillas…..
Aquellos se pintan
el rostro, los brazos, el cuerpo y los muslos, formando labores
caprichosas, de color rojo, con la pulpa del achiote, y de color negro, con una preparación del fruto
de un árbol llamado sula o zua. Tienen cuidado especial de mantener bien
limpio y graciosamente recogido el cabello, y, a veces, completan elegantemente
su tocado, con una especie de corona o gorra, que hacen de una piel, fina y
lanuda, de rabo de mono.
La
casa en que habitan, llamada por ellos jea, es de forma elíptica, más o menos
prolongada. Las paredes son de caña o de chonta (madera procedente de varias
especies de palma). La techumbre es sostenida por estas paredes, y por algunas
columnas de palos delgados, rectos y fuertes, colocados, a distancias
simétricas, en longitud del eje mayor de la elipse. La cubierta es de hojas
secas de una especie de Pandanus, conocida con la denominación de camba
alga, hojas que colocan con mucho
artificio y seguridad. El pavimento de
la única pieza que estas habitaciones,
tienen es de tierra apelmazada, pero muy
limpio y regularmente nivelado. A uno de los costados o extremos de la
habitación, están arrimados a la pared, las camas de los varones, formadas por
pequeñas tarimas de caña picada, que constituyen un plano, algo inclinado hacia
el interior de la pieza, y se levanta a poca altura del suelo. El cuerpo
descansa en esta clase de tarima,
solamente hasta las caderas; púes las piernas quedan al aire, y los pies
reposan sobre un palo, que llaman patachi, sostenido por dos
horquillas en una y otra extremidad.
Debajo de este aparato, un poco hacia fuera, cuidan de conservar fuego (que
denominan ji), durante la noche.
Las
camas de las mujeres, situadas a otro lado o extremo, son análogas a la de los
varones; pero carecen de patachi y tienen dos paredecillas laterales, de
la misma caña, a modo de cortinas. Lo singular y notable es que cada mujer
tiene, sobre su lecho, dos, tres o más perros atados, entre los cuales duerme.
Siento
no poder hablar de algunas otras particularidades, sobre las costumbres de los
jíbaros, ya por no extenderme demasiado, ya por que mis observaciones, hechas
en un cortísimo número de días, pudieran, quizá nos ser todas exactas.
La
población que suele llamarse cristiana, esto es la formada por individuos que
han descendido de los Andes, para establecerse en Gualaquiza, puede
componerse en la actualidad de más de cien almas. Algunos de estos colonos
cultivan en propiedad pequeñas porciones
de tierra; otros viven al servicio de dos o tres hacendados. En cuanto a
estos últimos, que no pasan, por hoy, de tres o cuatro, puede decirse que su
residencia en Gualaquiza es ocasional; púes solo permanecen allí durante
algunos meses, cuando se los exigen ciertos trabajos agrícolas, y regresan
luego, a su domicilio habitual. Debo exceptuar, sin embargo, al señor don Antonio Vega, el
más laborioso, constante y entusiasta de aquellos propietarios, y el que
impide, en cierto modo, con su laudable firmeza, el total abandono de la
colonia.
El
fundo de este caballero, es el mejor y más bien cultivado de todos, y a fe que
retribuye con cuantiosos productos las cuotidianas fatigas de su dueño. Merece
el señor Vega todo género de protección de parte de las autoridades; púes, con
su tenas empeño de trabajar incesantemente en esas regiones, alienta y estimula
a esas personas, menos resueltas y emprendedoras que él. Enérgico en algunas ocasiones, blando
y complaciente en otras, ha llegado a granjearse, generalmente, la simpatía de
los bárbaros, que le aman y respetan. El destino de Jefe Político de
Gualaquiza, que desempeñó en años anteriores, le puso en aptitud de impulsar
mucho el adelantamiento de la civilización en esa distante y atrasada
parroquia.
El
mayor inconveniente para el progreso de los entables consiste, después de la
falta de un buen camino, en la escases de los brazos indispensables para las labores agrícolas; de
aquí es que estas son muy reducidas, excepto en el fundo del Sr. Vega. …
PORVENIR
DE GUALAQUIZA
La decadencia actual de los entables, en esta colonia,
es debida a varias cusas, entre las cuales se puede enumerar, la falta de
brazos para la agricultura, las funestas irrupciones de los salvajes y la
pérdida de las plantaciones que más
aliento y confianza infundían. De todas
ellas he hablado con la detención que me ha sido posible; pero debo añadir
algunas observaciones, sobre los medios de que convendría valerse, para
fomentar la colonización, restablecer la confianza que muchos de los
cultivadores han perdido, y hacer que el país reporte el provecho que,
naturalmente, ha esperado de la explotación de esas comarcas, que en remotos
tiempos recobró para sí la barbarie.
Lo
primero que debe hacerse es crear de nuevo el cantón Gualaquiza, que, según el
Art. 7 inciso 5to de la Ley de División territorial de 1861, se componía de las
parroquias de Gualaquiza, el Sigsig, el Rosario, y de las tribus y terrenos
comprendidos en el antiguo gobierno del
Yaguarzongo, hasta el Amazonas. La ley de régimen administrativo
interior de 1869 redujo, por su Art. 7 inciso 5to, a solo dos las parroquias de
ese cantón, esto es, a las de Gualaquiza y el Rosario, incorporando al cantón
de Gualaceo la notable parroquia del Sigsig y prescindiendo absolutamente de
los territorios orientales, de que hablaba la otra. Aún así, hubiera continuado
el cantón en su carácter de tal; pero a fines de 1869, representó el Jefe
Político de él, que la población de esas dos parroquias era insignificante, y
que se carecía absolutamente de rentas;
a consecuencia de los cual declaró el Poder Ejecutivo, en 12 de diciembre del
mismo año, suspensa la disposición legal que había creado dicho cantón.
Posteriormente, es decir, en 16 de febrero de 1870, dispuso que no se les
privase a los colonos de Gualaquiza de las exenciones que les había otorgado la
ley del 23 de octubre de 1865, aunque el cantón se hallaba extinguido.
De
modo que, según las propias palabras del jefe de la república, está suprimida,
por ahora esa entidad política, y he aquí lo que me ha autorizado a
considerarla como inexistente, en algunos pasajes de este escrito.
Una
vez desmembrada la parroquia del Sigsig, única que podía suministrar los fondos
indispensables para la subsistencia del cantón, era indefectible la
desaparición de él, fuese de hecho, fuese por disposición, muy razonable y
fundada, de la autoridad. Ahora bien, si esta y los particulares desean que
Gualaquiza llegue a ser para la provincia del Azuay, y aún para toda la
República, una colonia próspera, que, ha más de contribuir con sus nobles
producciones al bien común de los ciudadanos, sirva como de punto de partida,
para emprender el descubrimiento y colonización de las inmensas comarcas del
antiguo Yaguarzongo, es de urgente necesidad que piensen, ante todo, en
reconstruir el Cantón, en la misma forma en que fue creado por la citada Ley de
1861. O se restablece la disposición del Art 7mo, inc.5to de ella, o se
renuncia, para siempre, a la lisonjera esperanza que, durante largos años, ha
infundido en el ánimo de muchos sujetos laboriosos, emprendedores y patriotas,
la situación, la temperatura y fertilidad de
esas lejanas regiones.
Reconstruido el cantón, y aplicados los fondos naturales de él al
mejoramiento y reparación frecuente del camino de Gualaquiza, abundarían
de suyo, los brazos para la agricultura, renacería el entusiasmo ferviente de otras épocas, serían arrasados de nuevo
los bosques y reaparecerían los numerosos fundos, que, diez o doce años ha,
comenzaban a transformar completamente el territorio comprendido entre Yumaza
y el Bomboiza. Las alevosas irrupciones de las tribus bárbaras y los
crueles asesinatos cometidos por estas, no volverían a difundir el terror entre los colonos, especialmente si el
Gobierno mantuviese allí, para la seguridad de estos, un pequeño piquete de
soldados, como lo ha hecho ya en algunas ocasiones. El provecho obtenido por
los empresarios más diligentes y menos tímidos, estimularía, muy luego, a una
muchedumbre de personas, que, a pesar de su amor al trabajo y del vehemente
deseo de hacer fortuna, no saben a que dedicarse, por carecer de bienes raíces
y por no contar con una profesión suficientemente lucrativa (si las hay en el país),
para proveer a su propia subsistencia y a la de su familia. El cultivo del
café, del cacao, del añil, del tabaco, del tabaco, del arroz, del achiote y de
otras muchas plantas útiles, les proporcionaría el bienestar que hoy les falta;
el cual sería aún mayor, si, adquiriendo, por medio del estudio, algunos
conocimientos sobre la naturaleza vegetal, explotasen el desconocido tesoro que
contienen los bosques, en cortezas, raíces, resinas y bálsamos preciosos.
Más
para que el progreso económico concuerde con el moral, en interés de la
civilización, sería de todo punto necesario que la Autoridad eclesiástica
estableciese, a costa de cualquier esfuerzo, una misión permanente y bien servida, en esa población tan retirada
de todas las demás parroquias de la diócesis. Los colonos vivirían
cristianamente y se acrecentaría el número de las almas ganadas para la
religión y la sociedad, mediante la continua catequización hecha por uno o más
sacerdotes.
Escusado
es decir que estos debían estar adornados de cualidades propiamente
evangélicas, tales como la mansedumbre, la benignidad, la abnegación, la
caridad, la constancia y el valor, propios de que ha nacido para el sublime
ministerio de apóstol. Las piadosas insinuaciones de un verdadero discípulo de San Francisco Javier son mucho más
eficaces, para civilizar bárbaros, que la coacción imprudentemente empleada con
el mismo fin.
Junto
a la iglesia de la misión, sería indispensable
que exista una escuela de primeras letras. El institutor pudiera ser,
por el pronto, uno de los misioneros, como se observa ordinariamente en tales
circunstancias. La instrucción que se comunicase a los párvulos, hijos de los
salvajes, les incorporaría, desde luego, a la sociedad formada por los demás ciudadanos, particularmente si
se procurase educar unidos, a esos niños infelices, con los descendientes de
los colonos, que no dejan de formar un número considerable.
La
iglesia y la escuela, he aquí dos piedras angulares en que reposa toda
civilización. Faltando una de ellas, será estéril cuanto se trabaje por
regenerar a una raza degradada, como la de nuestros jíbaros. Planteadas
convenientemente las dos, tal vez llegaría a ser innecesario el fusil y la
pólvora, odiosos elementos de exterminio, que intimidan, ahuyentan, aterran,
pero no civilizan.
Mucho bien merecería de la patria, mil
bendiciones recibiría el pueblo, la autoridad que estableciendo una buena
misión y una escuela dirigida por esta, acrecentase el número de los
ecuatorianos, y ensanchase positivamente, el territorio de la república, con la
adquisición de esas vastas comarcas, que solo legal o nominalmente nos pertenece hoy.
Terminaré
mi modesto trabajo, expresando por patriotismo, el temor que tengo, y deben
tener todos mis compatriotas, de que, si se descuida la colonización de las
regiones orientales, porción la más hermosa y rica del Ecuador, sean ocupadas
estas, como ya empiezan a serlo, por las naciones limítrofes.
Cuenca, agosto 4 de 1875.
Luis Cordero.
Este
ensayo de uno de los hombres más prestantes del país, que llegó a ocupar el
sillón presidencial y a continuar la gigantesca obra del presidente mártir,
Gracia Moreno, fue un aliciente, y un imán para que todo tipo de personas,
especialmente industriales, inversionistas, trabajadores del campo, obreros y
misioneros se decidan ingresar a este valle lleno de misterios, belleza y
prometedor futuro.
De
este opúsculo podemos deducir la inicial historia de Gualaquiza, ya en la vida republicana,
encontrar nombres de ciudadanos que vivían y trabajaban en estas comarcas, la
forma de vida de los nativos de ese entonces.
Recopilando nombres de estos primeros colonos encontramos a:
·
Manuel
Célleri.
·
José
Manuel Valverde.
·
Juan
Valverde.
·
Dr. Manuel
Dávila.
·
Dr.
José Vega y Ch.
·
Familias
Zúñiga y Brito.
·
Antonio
Vega (1er. Jefe Político de Gualaquiza).
·
José
Antonio Torres. (Presbítero).
Nombres nativos que habitaban el centro
parroquial como:
·
Sire.
·
Chumbera.
·
Chacaima.
·
Chiriapa.
·
Humabachi.
·
Cachumbi.
·
Ambusha,
·
Nuñinga.
·
Hualo.
·
Chumapi.
·
Zamareño.
·
Utitia.
·
Cuja.
Como científico Luis Cordero, hace una muy detallada
descripción de las plantas, sus propiedades
y vegetación existente en todo el trayecto de su excursión, dando a cada
una su nombre científico y su valor.
Describe cada parcialidad, tambo, ríos por los
que pasa; nombres geográficos que aún se mantienen.
No
descuida el Dr. Cordero de realizar observaciones de los problemas que aquejan
a la colonia y hace recomendaciones muy practicas para el futuro de Gualaquiza,
enfatizando en los aspectos de vialidad, educación, estudio de la naturaleza,
religión; y, sobre todo recomienda a las autoridades del Gobierno, apoyo a la
colonización, para descubrir y poblar la antigua Yaguarzongo, que pertenece a
Ecuador por títulos legales, pero inexploradas y despobladas con el peligro que
ya avizoraba, de que estas hermosas tierras sean colonizadas por países vecinos
como así empezó a suceder desde esta época.
Valga
este opúsculo que hemos publicado en varios boletines, para un estudio
histórico serio de nuestra historia solariega, de la primera época republicana
casi perdida en la bruma del tiempo; y, hoy iluminada por la antorcha de la
historia. FDA.