jueves, 22 de diciembre de 2011

Por todos los que fueron, son y serán arrieros del destino








  
El oficio de arriero fue para Gualaquiza como una puerta abierta hacia la misteriosa amazonia, en ese entonces conocido como el “oriente” durante  muchas décadas; época en la que las noticias se trasmitían de boca en boca, traídas especialmente  por aquellos famosos arrieros, que alentaban a  futuros colonizadores contando  lo feraz de esta tierra pródiga.

El arrierismo llegó con los  conquistadores y sus famosas mulas  y caballos, animales con los cuales los arrieros hacían una sociedad  casi perfecta..

“La vida de los arrieros jalona nuestras propias costumbres y,  se convierte a veces,  en la misma medida del tiempo: El arriero, a buen seguro que no llevaba reloj de pulsera, ni GPS, ni ningún otro artefacto para orientarse en el espacio o en el tiempo. Ya hemos dicho que el arriero era madrugador y caminaba siempre contra el día; buscando el amanecer. Y medía las estaciones apreciando las configuraciones solares y lunares. Las madrugadas y amaneceres,  eran preferibles cuando la luna se mostraba brillante (luna llena) y alumbraba los caminos.

Conocía muy bien el cambio de las estaciones,  y se guiaba muchas veces por el conocimiento que sólo saben de distinguir los hombres que madrugan y trasnochan”.

La tradición de este viejo oficio como se ha dicho, llegó de las manos de los españoles entre otros lugares del ancho mundo al Virreinato de Lima, en donde se dice que el binomio hombre-mulo ha sido durante décadas imprescindible.

Los pueblos engarzados en los andes, costa y amazonia ecuatoriana, no es ni más ni menos que la concurrencia  o resultado de esta conjunción entre el hombre y el mulo.

Los arrieros son personajes típicos de las zonas montañosas andinas y de piedemonte amazónico. 

Las recuas o riatas de mulas  subiendo los empinados caminos del piedemonte que conducían de Gualaquiza al Sigsig, fueron la imagen más sorprendente que ocurría y se podía observar  por los transeúntes que viajaban por estos estrechos, farragosos y empinados caminos.

Recuas de mulares y caballares que de ida llevaban a los  osados colonos que iban a establecerse en la tierra prometida; a los comerciantes con sus artículos de primera necesidad rumbo a la colonia; de retorno aguardiente que llevaban en perras de caucho  al estanco o a las cantinas de la sierra;  arrieros y comerciantes llevaban  productos de la zona como café, paja toquilla, tabaco, yuca etc., camino a los mercados del Sigsig y Cuenca.

Recuas de mulares conduciendo hacia el “dorado” a ilusionados jóvenes  mineros rumbo a las orillas de Bomboiza, Zamora y Nangaritza. Soldados que entraban y salían de sus guarniciones, con el armamento municiones y víveres a cuestas. Misioneros con sus palafreneros que entraban y salían de su incipiente misión; fueron los que se veían a diario trajinar acompañados del infaltable arriero y guía.  

Fue la  mula, o el mulo una cultura que se presentaba básica en mundo de la arriería. Hoy en Gualaquiza prácticamente va  desapareciendo este  cuadrúpedo. Por lo general en cada entable o hacienda  había yeguas y burras que cruzadas con burros y caballos daban anualmente una cría muy apreciada: la mula o el mulo. Estos animales sobrios y fáciles de alimentar, sirvieron durante siglos como animales de carga y de tiro, utilizados además  para el transporte de mercancías, para las labores del campo con el que los arrieros solían alternar su oficio.

“El buen arriero debía conocer bien a sus animales y todas las artes y pormenores del oficio, entre los que destacamos:

-Conocer al animal. Saber cuando está dispuesto; alimentarle convenientemente. El animal, antes de salir de viaje debía haber consumido buena yerba.
-El ensillar o enjaezar el mulo o mula para salir de viaje, ha de llevar perfectamente conformada la enjalma; apretar la cincha lo justo para que aguante el aparejo, pero sin oprimir en exceso la barriga del animal.
-Conocer al animal con sólo mirarlo. Saber si está dispuesto, si está enfermo, si ha comido lo suficiente etc.
-Una vez cargado, si al animal le molesta la carga; si está dispuesto. Si quiere o no trabajar aquel día.
-Vigilar si los cascos  del animal están suficientemente protegidas; si hay necesidad de  herrarlo.
-Querer a los mulos. Los animales que se sienten apreciados, suelen decir sus amos, se comportan como si fueran de la familia. De aquí aquella unión de la que hablábamos más arriba; conjunción del hombre y la bestia.

. Es decir, preparar la recua, supone un trabajo minucioso. Va desde ajustar con precisión el aparejo, colocarle los adornos, colgarle el cencerro, hasta pasarles la mano antes de partir de viaje.

Al arriero le ha de gustar su oficio, aunque ello comporte siempre madrugar mucho, caminar duro y enfrentarse a todas las inclemencias del tiempo.

Si bien en Ecuador  y por supuesto en Gualaquiza , este oficio hoy por hoy  va quedando para la historia, pienso que  se debe valorar esta tradición, que  revalorice  este antiguo y noble  oficio, que fue la génesis  del nacimiento de Gualaquiza y otras muchas ciudades  y pueblos de la amazonia.

El arriero fue el eje central del desarrollo de estos pueblos por muchísimas décadas.

Y para cerrar este relato con una pincelada literaria, para aquellos que quieran saber más sobre el tema que nos ocupa, citaremos un libro de José María Pereda titulado “ Para ser buen arriero”. Y no menos significativa lo es la canción de Atahualpa Yupanqui “El arriero va”.



En las arenas bailan los remolinos
el sol juega en el brillo del pedregal
y prendido a la magia de los caminos
el arriero va... el arriero va...
Es bandera de niebla su poncho al viento
lo saludan las flautas del pajonal
y guapeando en la senda, por esos cerros,
el arriero va... el arriero va...
Las penas y las vaquitas,
se van por la misma senda;
las penas son de nosotros,..
las vaquitas son ajenas...
el arriero va... el arriero va...
Como sombra en la sombra por esos cerros,
el arriero va... el arriero va...
Las penas y las vaquitas,
se van por la misma senda;
las penas son de nosotros...
las vaquitas son ajenas...
Y prendido a la magia de los caminos;
el arriero va... el arriero va...
Un degüello de soles muestra la tarde
se han dormido las luces del pedregal,
y animando la tropa, dale que dale,
el arriero va... el arriero va...
Amalhaya la noche traiga recuerdos
que hagan menos pesada la soledad...

¡Vaya por todos ellos!...

Por todos los que fueron , son y serán arrieros del destino y del progreso de Gualaquiza.

FDA